Su buen comienzo da esperanzas de que la secuela supere a la original y en cierto modo lo consigue, en cuánto a apartados técnicos como la fotografía, ambientación, argumento... No va mucho más allá bajo mi opinión pero eso no quita que se disfrute.
La franquicia de Expediente Warren pone su sello en este film como en los demás, en la inocencia y su consiguiente pérdida, así como utilizar los típicos juegos infantiles que por sí mismos no tendrían que causar pánico, se transforman en vehículo para transportar miedo a sus protagonistas.
Dos detalles mayúsculos que hacen que me guste más esta segunda parte respecto a la anterior son;
Como enlaza estas dos partes entre sí para que funcione como un engranaje bien engrasado y la aparición de la verdadera Annabelle, aunque tenga una apariencia más entrañable que la de la película, a mi me causa más inquietud que la misma. Esa escena en la que aparece me causa un escalofrío que no me ocurre en ninguna otra protagonizada por la ficticia.
Por cierto, tiene una pequeña sorpresa posterior a los créditos.