Hace ya un tiempo que llegué a la conclusión de que pocas cosas hay más difíciles que hacer reír.
Quien más y quien menos intentó en algún momento ser gracioso y se estrelló de morros. Normalmente resulta gracioso quien no pretendía serlo. De ahí que la inmensa mayoría de monologuistas resultan insoportables. Es un secreto a voces que el público que les ríe constantemente sus paridas suelen ir bien mamados antes de las funciones.
Y voy al grano ya. Esta serie es tremendamente graciosa. Es imposible elegir quien es el más chistoso de la familia Banks, incluyendo por supuesto a Jefrey el mayordomo. Los guionistas de esta serie deberían tener una estrella en el famoso paseo de Hollywood.
Jamás les olvidaré. Alegraron mis sobremesas durante años. Recuerdo a mi familia olvidando por un momento sus preocupaciones y pequeñas disputas. Al cabo de 30 minutos de sanas carcajadas nos sentíamos reconfortados y cómplices por hacernos gracia las mismas cosas.
Durante años seguimos recordando tal o cual episodio, en el que Carton bailaba a lo Tom Jones, o tio Phil amenazaba a su sobrino Will con asesinarle mientras dormía, o un Jefrey exhausto con las tareas domésticas imploraba con su exquisita ironía que por favor le dejaran a él descolgar el teléfono mientras todos holgazaneaban a su lado.
Eran geniales, del primero al último. Tenían verdadera gracia.