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Voto de bixo:
8
15 de diciembre de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me decido por ‘Aprile’, de Nanni Moretti, versión original, sin subtítulos ni nada, a pelo, le doy al play, y a los cinco minutos me pregunto qué carajo estoy viendo. Creo que esta misma pregunta, minuto arriba minuto abajo, y formulada en distintos idiomas, claro está, se la hicieron la práctica totalidad de espectadores que se encontraron con semejante rareza de frente. Pero la película sigue, la voz de Moretti se revela omnipresente (su imagen por supuesto también, pero es que a mí me rayó más su voz), y por si fuera poco, las pocas tomas en las que el director descansa de sí mismo se ocupan del mundillo político de la Italia contemporánea, con Berlusconi a la cabeza, casi nada. Llegados a este punto, seguro que no fueron pocos los que pulsaron la tecla del stop, o se ausentaron sigilosamente de la sala de cine con la disculpa de ir a comprar cigarrillos. Yo no lo hice, ni tan siquiera me vi en la tentación, pero seguro que por bien poco.
A partir de este punto crítico, y de modo harto sorprendente, el personaje de Nanni Moretti, que es de hecho el mismo Nanni Moretti, pasa primero de lo insoportable a lo soportable, después a caerme simpático, luego hasta me hace cierta gracia, para que hacia el final de la película se complete el milagro de convertirse en unos de los seres más entrañables con los que he tenido el honor de toparme por la gran pantalla.
La escena final aun baila días después en mi cabeza, que se balancea con despreocupada parsimonia mientras mi boca dibuja una sonrisa bobalicona. ¡Qué felicidad! Si hace falta encasquetarse un casco y vertir capa invernal se hace, pero yo también quiero un pedazo de ese pastel.
A partir de este punto crítico, y de modo harto sorprendente, el personaje de Nanni Moretti, que es de hecho el mismo Nanni Moretti, pasa primero de lo insoportable a lo soportable, después a caerme simpático, luego hasta me hace cierta gracia, para que hacia el final de la película se complete el milagro de convertirse en unos de los seres más entrañables con los que he tenido el honor de toparme por la gran pantalla.
La escena final aun baila días después en mi cabeza, que se balancea con despreocupada parsimonia mientras mi boca dibuja una sonrisa bobalicona. ¡Qué felicidad! Si hace falta encasquetarse un casco y vertir capa invernal se hace, pero yo también quiero un pedazo de ese pastel.