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España España · León
Voto de bixo:
7
Romance. Drama Una pareja de amantes vive una historia de amor llevada hasta límites inimaginables. La pasión se ha adueñado de ellos. El sexo ha pasado a ser lo único importante de sus vidas. Las ansias de la mujer por poseer a su hombre parecen inagotables y crecen cada día más hasta llegar a confundir el placer con el dolor. (FILMAFFINITY)
11 de diciembre de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace unas semanas leía el artículo de un afamado crítico de cine español que contaba maravillas de un tal Nagisa Oshima. Busqué referencias en esta página y no encontré ninguna película suya que destacara por una valoración sobresaliente, pero sí que me quedé con los títulos de dos de sus obras, sus dos ‘Imperios’. A los pocos días me los encontré agarrados de la mano en el rastro y, sin saber poco más de ellos que su nombre, me los llevé por dos duros a casa. Ayer noche le tocó el turno a ‘El imperio de los sentidos’, así, en frío, y como dos inconscientes nos sentamos frente a la pantalla mi mujer y yo con la única intención de pasar uno de esos ratos de cine, en la paz del hogar, que tanto nos gustan y disfrutamos en compañía. La mística de ese momento sagrado para nosotros duró lo que se demoraron los títulos de crédito, muy breves, por cierto, y que aun así fueron el único intervalo relevante de tiempo libre de referencias explícitas a los genitales de los protagonistas y de todo aquel que se asomó a ese lado de la cámara.

Una vez presentados con todo detalle (a los genitales me refiero), éstos pasaron a interrelacionarse con alegría, sin pudores y sin dejar nada a la imaginación (pero nada de nada), de modo que a la media hora estábamos los dos colgados del respaldo del sofá, con el pelo erizado y el estómago tocado, incrédulos ante los acontecimientos y preguntándonos amargamente cuánto nos quedaba por soportar aun y en qué penosas condiciones. Se dieron incluso tentativas de mandar al carajo con el experimento (‘japo de mierda’ para ese entonces), un hecho que habría sentado un triste precedente en nuestra larga experiencia de espectadores resignados a la causa.

A partir de ese instante de crisis el visionado de la película, por fortuna, fue más soportable, no tanto debido a que el director se decidiese a bajar de revoluciones como por la certeza de que nuestro umbral de tolerancia se había visto obligado a crecer de forma exponencial en un tiempo récord. Nagisa Oshima finalmente se apiadó de nosotros, los comunes de los mortales, recompensando nuestra paciencia y tesón con una media hora final digna de las mejores firmas, salpicada de escenas cargadas de una gran fuerza visual, una fuerza resaltada por todo lo acontecido hasta entonces y madurada en los coitos interminables de sus héroes, para estallar con toda su magnitud en la última imagen de la tragedia que los une.

Cuando todo acabó me sentí confuso. ‘El imperio de los sentidos’ me había derrotado desde todos los flancos posibles, superando mis prejuicios, mis rechazos y mis fobias. Horas después soy plenamente consciente de la derrota sin concesiones. Miro de reojo al otro de sus ‘Imperios’…, y le temo.
bixo
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