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Voto de antonio lopez herraiz:
8
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506
Terror
En la Francia del siglo XVI, el Gran Inquisidor Fossey en su ciega lucha contra los supuestos herejes, apóstatas y adoradores de Satán, no duda en perseguir sus objetivos y utilizar las más crueles e inimaginables torturas para satisfacer sus más perversos instintos y conseguir el favor de los poderosos. La aparición de la bella Catherine, acusada de brujería, trastocará involuntariamente los planes del Inquisidor. Éste, desbordado por ... [+]
31 de julio de 2022
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Pactos con el diablo, brujería, sadomasoquismo y morbo malsano... ¿qué ingredientes podrían ser más propicios para el debut -¡por fin!- en la dirección de Paul Naschy? Y por ende me refiero a estos como unos elementos tradicionalmente adscritos al subgbénero erótico -y a ratos, terrorífico- de torturas inquisitoriales en mazmorras con la ex Miss Italia (vista en una buena ristra de explotaciones y spaghettis italianos) Daniela Giordano, la musa en la filmografía naschyana Julia Saly y otra todoterreno, Monica Randall, que van repartiéndose los riesgos de doncella amenazada frente a un Naschy libidinoso y ávido de castigo purificador en la hoguera con ayuda del resentidillo Antonio Iranzo.
Previamente hay tiempo hasta para una subtrama de folletín romántico con Juan Luis Galiardo pretendiendo a la más vengativa de las damnificadas.
Ojo, que la brujería y el demonio como tales están presentes pese a que no siempre se señale con dedos acusatorios en la dirección correcta. No todo iba a ser tomate, armatostes de empotramiento y cuerpos sudados. El mal no sólo existe en la figura corpórea de Naschy y sus secuaces con capirotes, dejándole espacio argumental al genuino horror de pedigrí sobrenatural que, no obstante, no es necesariamente más cruel e intimidatorio que una salvaje capacidad para, sin filtros -se estrenó en 1977-, practicar mutilaciones, desgarros y vejaciones sexuales -a las brujas más jóvenes, con la más madura los castigos y las torturas únicamente se mencionan-.
Una explotación de brujas "indefensas" e inquisidores sanguinarios -entre estos, Tony Isbert o Ricardo Merino escudando a Paul Naschy- deseosos de descubrir a quienes tienen copulación con el maligno.
Y por si quedaba algún atisbo de dudas, de serie B esto no tiene un pelo, y así lo atestigua una sobresaliente resolución de las cenas pandemónicas que emparentan estrechamente a Naschy como actor, como guionista y como director con José Mojica Marins.
Una ópera prima definitoria.
Previamente hay tiempo hasta para una subtrama de folletín romántico con Juan Luis Galiardo pretendiendo a la más vengativa de las damnificadas.
Ojo, que la brujería y el demonio como tales están presentes pese a que no siempre se señale con dedos acusatorios en la dirección correcta. No todo iba a ser tomate, armatostes de empotramiento y cuerpos sudados. El mal no sólo existe en la figura corpórea de Naschy y sus secuaces con capirotes, dejándole espacio argumental al genuino horror de pedigrí sobrenatural que, no obstante, no es necesariamente más cruel e intimidatorio que una salvaje capacidad para, sin filtros -se estrenó en 1977-, practicar mutilaciones, desgarros y vejaciones sexuales -a las brujas más jóvenes, con la más madura los castigos y las torturas únicamente se mencionan-.
Una explotación de brujas "indefensas" e inquisidores sanguinarios -entre estos, Tony Isbert o Ricardo Merino escudando a Paul Naschy- deseosos de descubrir a quienes tienen copulación con el maligno.
Y por si quedaba algún atisbo de dudas, de serie B esto no tiene un pelo, y así lo atestigua una sobresaliente resolución de las cenas pandemónicas que emparentan estrechamente a Naschy como actor, como guionista y como director con José Mojica Marins.
Una ópera prima definitoria.