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Voto de antonio lopez herraiz:
8
Comedia. Romance Los Ángeles, años 30. En la meca del cine, el joven recién llegado Bobby Dorfman (Jesse Eisenberg), sobrino de un poderoso agente y productor de Hollywood (Steve Carrell), se enamora de Vonnie (Kristen Stewart), la guapa secretaria de su tío Phil. (FILMAFFINITY)
9 de febrero de 2021
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Suelo torcer el gesto cada vez que un crítico de cine asegura que una película reciente es la secuela espiritual de otra de hace ya varios años, sin que tengan ningún nexo argumental ni compartan un universo común. Me parece una afirmación tan vaga como el tic de colgar la etiqueta de ‘western contemporáneo‘ a cualquier modernez cuyo guión reproduzca los códigos del western, aun sin tratarse de una cinta de dicho género. Pero también me resulta terriblemente engorroso no admitir que Café Society sí podría adjudicarse el mérito de ser una secuela espiritual de Días de Radio (Woody Allen, 1987), además de formar un simpático díptico sobre la radiografía que el director ya formuló a costa del estilo de vida de las clases altas durante los felices años 20 y 30 en Magia a la Luz de la Luna (2014). El truco vuelve a consistir en aglutinar el protagonismo coral a una troupe de personajes secundarios entre los que prolifera el elitismo más relamido, pero que, sin romper con los cánones formales de apariencia que hoy consideraríamos snob, se zambullen en una velocidad dialéctica deudora del vodevil grueso que define toda la filmografía de Allen, refiriéndonos estrictamente a sus comedias, claro.
Café Society se consume con tanta liviandad que acabas haciendo la vista gorda a anomalías superfluas como ese metraje de puro relleno apoyado en el episodio de la prostituta judía o la etérea e inexistente química entre Jesse Eisenberg y Blake Lively cada vez que comparten plano y él parece estar andando de puntillas para poder mirarla a los ojos.
El mayor quid de interés en Café Society para los no adeptos al realizador es buscar otra excusa romántica con la que unir de nuevo a Jesse Eisenberg con Kristen Stewart en su tercera y más agradecida colaboración -hasta el año 2016- tras Adventureland (Greg Mottola, 2009) y American Ultra (Nourizadeh Nima, 2015): Bobby Dorfman (Eisenberg) es un muchacho del Bronx que quiere buscarse la vida lejos del barrio y decide mudarse a California para que su tío, el famoso productor de cine Phil Stern (Steve Carell), le introduzca en el negocio de las películas. Pero una vez se instala allí conoce a Vonnie (Stewart), su preciosa secretaria, y todo cambia para Bobby. El resto de la historia ya sabemos cómo sigue, o tal vez no.
Es como si el cine de Allen fuese rejuveneciendo al mismo ritmo que la edad de las actrices que se turnan para convertirse en sus nuevas musas: Penélope Cruz, Scarlett Johanson, Emma Stone y ahora Kristen Stewart. Hablamos de uno de los últimos grandes dramaturgos de la industria, un octogenario cuyo único secreto consiste en seguir adorando la profesión de contarnos una historia diferente cada año, sin descansar apenas entre la escritura de un guión y el rodaje de otro, precisamente porque la libertad con que rueda y escribe a contrarreloj impiden que se esfume ese ímpetu creativo que achacaríamos a un escritor primerizo. No es de extrañar que cada muesca en su filmografía atraiga como la miel a las moscas a nuevas hornadas de estrellas juveniles que desean huir al menos una vez del piloto automático que maneja los patrones narrativos del Hollywood actual, y saber lo que se siente al participar en una película de verdad, casi una obra de teatro filmada.
antonio lopez herraiz
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