Ahorrémonos tiempo y vayamos al turrón. Dicen que el carisma mueve montañas, y si nos remitimos al inevitable referente de ese otro triángulo en el que militara Johnson con un rápido, furioso y no muy lejano spin off con policías y ladrones, no seré yo quien ose a equiparar el efecto obrado, en uno y otro caso, por la figura femenina que, de forma homóloga, trata de aplacar la tensión sexual entre bigardos: aclaro de antemano que, por más que Gadot se lo pase jodidamente bien siendo una cabrona encantadora, no juega en la misma liga carismática que Vanessa Kirby.
La química entre Reynolds y Johnson, no obstante, no se sitúa demasiado por debajo de la que el segundo mantuviese con Jason Statham en 'Hobbs & Shaw' (2019, David Leitch) intercambiando las pullas por una cansina insistencia en formular chascarrillos de homoerotismo cuñadil que atufan ¿involuntariamente? a rancio.
Rawson Marshall Thurber ('El rascacielos', 'Un espía y medio') sigue sumando méritos de mercenario tras la cámara para su muso samoano, haciéndose cargo asimismo de un libreto desordenado y bobo que salta aleatoriamente de un género a otro con la misma facilidad que varían las localizaciones -reales o impostadas- con robo a un museo en Italia, aventuras en las junglas de Bali o Argentina, la huída de una cárcel en la estepa rusa o el asalto a la guarida secreta de un traficante de armas escondida en la mazmorra de la misma plaza de toros donde se celebra una corrida en una tijuanizada Valencia.
Puede que eso último y ver al cantante Ed Sheeran autoparodiándose con más gracia de la que últimamente echa mano Santiago Segura haciéndose pasar por él sean lo único reivindicable de esta pifia.
Lo único que me ha robado este equipo de ladrones son dos horas de mi vida.