Recuerdo releer capítulos enteros de las aventuras de Sherlock Holmes desentrañando todos aquellos detalles que se me pudiesen quedar en segundo plano, analizando una y otra vez el lugar del crimen para finalmente coincidir con el detective en el diagnóstico del crimen. Esta relectura continua de la escena es la que nos ofrece Duncan Jones en su última película. Otorgar un cierto componente literario en el que el actor y lector se unen durante 8 minutos para descubrir dónde se encuentra un explosivo terrorista que ha acabado (o acabará) con la vida de los pasajeros de un tren camino de Chicago.
La verosimilitud de la premisa, con física cuántica de por medio, es tan sólo la excusa para ofrecer un ejercicio de narración en primera persona en el que será tan importante la ubicación de la bomba como la del propio protagonista.
Los referentes son múltiples, desde "Groundhog Day" hasta el episodio "Monday" de X-files, pasando por la literatura de Philip K. Dick. Más importante que todo resulta que, después del acertado ejercicio de estilo que nos ofreció con "Moon", Jones demuestra que es posible maniobrar en la dirección elegida por el autor dentro de la industria. Sin duda no se convertirá en un clásico de la ciencia ficción, pero ojalá la mitad de los thrillers mantuviesen la misma tensión.