Así, esta película es una romántica explosión de color y pasión, una bella historia con todos los elementos tradicionales del género: la bella de cascos ligeros pero buen corazón, el galán pobre pero enamorado hasta las trancas, el malo de rigor, rico y bellaco, y el chulo de la guapa, que aquí es también bufón y mamporrero. Todo ello en una escenografía casi onírica, recreando fantasiosamente un París de finales del XIX deliciosamente dulce, omnipresente dado con tonos azules, y con un atrevido y desprejuiciado uso de canciones de nuestra época, que confirman que la mezcla de géneros y de tendencias, si está bien realizada, puede arrojar resultados sorprendentes. "Moulin Rouge" repelerá a mentes cuadriculadas que no entienden que el protagonísta escriba a máquina cuando faltaban todavía años para que se inventara. Son licencias poéticas que hay que aceptar o, de lo contrario, irse con el cabreo a casa.