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Voto de Echanove:
6
9 de marzo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con más dosis de humor que "Salario para Matar" (1968), que conceptualmente es, en principio, más densa, pero sin llegar a los esterilizantes registros de comedia de "Qué nos importa la revolución" (1972), la segunda entrega de la trilogía mexicana de Corbucci está presidida por la ironía. Por una mirada que parece buscar la complicidad del espectador mostrándose ya un poco de vuelta de todo, sin el énfasis en la sátira y la crítica social que aún había en su predecesora, pero también sin llegar aún a la asepsia y al distanciamiento de cualquier tipo de compromiso con la realidad a que, por la vía de la comedia, se llega en la última entrega.
Algo que en el plano de la puesta en escena parece traducirse asimismo en un menor empaque formal que en la primera entrega, como si todo lo que ocurre fuera aún más azaroso e intrascendente, con menor sentido e intención.Y también con menos densidad conceptual. Pero eso solo es la apariencia, como se verá según vaya avanzando la cinta.
Y es que la película y la narración son algo deslavazadas, incluso con alguna que otra incoherencia o gazapo incomprensibles. Pero todo cambia desde que el profesor Santos (Fernando Rey) se une a la dupla conformada por "el Vasco" (Milian) y "El Pingúino" (Nero), porque aunque su personaje es tratado de un modo bastante condescendiente en un principio, lo cierto es que terminará apropiándose de la función.
Todo el tramo final es en ese sentido tan notable como sorprendente por la función de catalizador de cambios en los dos protagonistas del profesor interpretado por Fernando Rey. Y por el giro que impone su presencia al dotar de más intensidad conceptual y poso político al filme.
(sigo en zona Spolier)
Algo que en el plano de la puesta en escena parece traducirse asimismo en un menor empaque formal que en la primera entrega, como si todo lo que ocurre fuera aún más azaroso e intrascendente, con menor sentido e intención.Y también con menos densidad conceptual. Pero eso solo es la apariencia, como se verá según vaya avanzando la cinta.
Y es que la película y la narración son algo deslavazadas, incluso con alguna que otra incoherencia o gazapo incomprensibles. Pero todo cambia desde que el profesor Santos (Fernando Rey) se une a la dupla conformada por "el Vasco" (Milian) y "El Pingúino" (Nero), porque aunque su personaje es tratado de un modo bastante condescendiente en un principio, lo cierto es que terminará apropiándose de la función.
Todo el tramo final es en ese sentido tan notable como sorprendente por la función de catalizador de cambios en los dos protagonistas del profesor interpretado por Fernando Rey. Y por el giro que impone su presencia al dotar de más intensidad conceptual y poso político al filme.
(sigo en zona Spolier)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Hasta el punto de que si hasta entonces habías estado algo amodorrado en tu butaca, el tema central del Morricone -pletórico de ironía, pero también de emoción y grandeza, de los mejores que compuso el entrañable comunista romano- te despertará y emocionará. Y toda esa locura final del enfrentamiento frente a frente con Bódalo, y que nadie de entre los seguidores del profesor, empezando por un converso Vasco, "tendrá honor", ya que todos lo seguirán para salvarlo de la trampa, removerá tu fibra sensible.
Y es posible que, cuando al final Santos muera con el arma en la mano, rompas a llorar, como me ha sucedido a mí. Y que hasta tengas que volver a ahogar un sollozo cuando llegue el grito final de Nero, "el pingüino", el gringo sueco, con que se cierra la peli, moviendo su cabalgadura grupas para seguir luchando junto a sus compañeros cuando ve que los federales encabezados por Eduardo Fajardo van a volver a atacarlos.
Y es que tal como he escrito en la Zona spoiler de mi crítica a "Qué nos importa la revolución" (1972), la fallida última entrega de la trilogía, ese "compañerismo" por encima de diferencias trascendiendo lo individual y fundiéndose en lo colectivo, y al que también contribuyen unos papeles femeninos de gran personalidad y no muy habituales en el western (como la dulce y entrañable Lola que hace Iris Berbén, pero también la entrañable prostituta con un corazón de oro encarnada por Karin Schubert), es lo que hace grandes a esta película y a su predecesora.
Y es posible que, cuando al final Santos muera con el arma en la mano, rompas a llorar, como me ha sucedido a mí. Y que hasta tengas que volver a ahogar un sollozo cuando llegue el grito final de Nero, "el pingüino", el gringo sueco, con que se cierra la peli, moviendo su cabalgadura grupas para seguir luchando junto a sus compañeros cuando ve que los federales encabezados por Eduardo Fajardo van a volver a atacarlos.
Y es que tal como he escrito en la Zona spoiler de mi crítica a "Qué nos importa la revolución" (1972), la fallida última entrega de la trilogía, ese "compañerismo" por encima de diferencias trascendiendo lo individual y fundiéndose en lo colectivo, y al que también contribuyen unos papeles femeninos de gran personalidad y no muy habituales en el western (como la dulce y entrañable Lola que hace Iris Berbén, pero también la entrañable prostituta con un corazón de oro encarnada por Karin Schubert), es lo que hace grandes a esta película y a su predecesora.