El pasado viernes vi en la filmoteca de mi ciudad por primera vez "El Espíritu de la Colmena", cuando finalizó a mi inquieto y febril cerebro vino una frase de un cuento que escribió mi padre cuando rondaba los treinta años y que decía algo así como "hay miedos que se visten de otoño, miedos maternales como los colores marchitos de la vida...". Los miedos y temores de Ana, la niña, son esos miedos que afloran en la candidez de la infancia y de su interacción con el mundo adulto, esos miedos infantiles que atenazan su incipiente "racionalidad", y que busca la comprensión de aquello que su mente pueril no asimila, esas meditaciones entre la vida y la muerte, entre lo trascendente e intrascente, entre el todo y la nada... y que a la postre, en la madurez, harán bueno ese proverbio machadiano que rezaba: "Nuestras horas son minutos cuando esperamos saber, y siglos cuando sabemos lo que se puede aprender".
"El espíritu de la colmena" rezuma una belleza cósmica intangible, un cromatismo lacónico, una melancolía vaporosa impregnada de un cierto realismo mágico que contagia a esa diáspora vital y automáta que es la vida a la que nos enfrentamos los seres humanos cada día, como si fuéramos un enjambre, una colmena. Por ello, qué mejor forma que acabar esta disertación escrita, (no me gusta la "crítica", ¿quién soy para calificar qué es lo bueno y lo malo...?, prefiero la reflexión íntima transcrita en tinta, al fin y al cabo, como decía mi padre: "escribir es hablar con todo el mundo") con un texto de Don Camilo José Cela, y de su novela "La Colmena", si bien ésta ambientada en el mundo urbano y no sobre el rural, con un mensaje que subyace en el alma de esta película:
"La mañana sube, poco a poco, trepando como un gusano
por los corazones de los hombres y de las mujeres de la
ciudad;golpeando, casi con mimo, sobre los mirares recién
despiertos, esos mirares que jamás descubren horizontes
nuevos,paisajes nuevos, nuevas decoraciones. La mañana,
esa mañana eternamente repetida, juega un poco, sin embargo,
a cambiar la faz de la ciudad, ese sepulcro, esa cucaña,
esa colmena…"