Con sus luces y sus sombras, lo que podemos decir de esta suerte de “recuela” (como definían en Scream, un reboot que es una secuela al mismo tiempo) es que no se parece a lo que habitualmente nos deja el panorama de cine de terror en la actualidad. No hay sustos a mansalva, no hay un abuso del sonido y del efectismo que tanto mal le hacen al género, sino que hay un intento por explorar la naturaleza del mal a través de la posesión demoníaca de dos niñas. Algo malsano, perverso y diabólico que habita en todos nosotros.

Ese hecho de nadar contracorriente cuando todo el mundo busca justo lo contrario, puede suponer que parte del público no esté interesado en una historia así, pero los fans de la franquicia y de su legendaria primera entrega, además de los fans del cine de terror, sentirán que es un soplo de aire fresco y que supone una mejora respecto a películas similares que nos han llegado hace nada. Incluso cuando no deberíamos compararla con esa primera entrega, porque no es una película perfecta, ni mucho menos. Pero sí es una película bastante disfrutable en líneas generales.

David Gordon Green ya consiguió el más difícil todavía cuando resucitó la saga Halloween en 2018 con una secuela directa de la película original que además suponía el regreso de Jamie Lee Curtis. Aquí tenemos a Ellen Burstyn de vuelta a su personaje de Chris MacNeil, aunque el auténtico protagonista de la historia sea Leslie Odom Jr. En cualquier caso, la película sabe, de la mano de su director, crear una atmósfera opresiva, en la que los pecados de los padres se trasladan a sus hijos. De hecho, la primera parte de la película es la más interesante, justo hasta la aparición de Burstyn.

Es en esa etapa en la que la historia respira y se toma su tiempo para presentar personajes, conceptos, ideas interesantes, sobre familia, fe, pasado, miedos, religión… Es inquietante y perturbadora. Cuando aparece el personaje de Burstyn, la película se siente demasiado obligada a homenajear a su original y entonces no termina de convencer algunos instantes de la misma. Necesita de la conexión con la original para crear interés a la audiencia, es comprensible, pero acaba siendo un lastre que afecta al resto de las historias y no permite que terminen de desarrollarse.

Ese es el resultado que nos queda con esta película. Deja la sensación de ser dos películas distintas que han sido fusionadas en una sólo, por lo que ambas historias quedan cojas. Imagino que en la sala de montaje han quedado multitud de escenas de esas dos historias distintas, que podían haber dado pie a una miniserie o algo similar. El director sabe crear atmósfera y sabe poner sobre la mesa terrores que habitan en todos nosotros, sin emplear sustos, pero no puede desarrollarlos en su justa medida y eso se nota.

El reparto es más que destacables, especialmente el trabajo del ya mencionado Leslie Odom Jr. y el de Ann Dowd. Lo de Burstyn es una lección en cada gesto, pero tienen que ver la película para entender por qué destaco a los otros dos. Hay momentos de auténtica locura en la historia, y otros más compensados. El exorcismo del título incluso se siente demasiado corto, pero compensa con un final poderoso y que explica mucho de la naturaleza humana. En definitiva, una película más que interesante que palidece frente a su referente, aunque es mejor que muchas obras que nos llegan hoy en día.

Aunque pretende recuperar el espíritu de El Exorcista, está más cerca de sus dos secuelas directas.

Puntuación: 6 sobre 10.