Damien Chazelle ama el arte y a nosotros nos resulta imposible no amar a este joven prodigio que nos ha regalado una de las mejores películas del siglo XXI y (muy probablemente) de la historia. Un argumento que, a priori, podría parecer simple e intrascendente, pero que al llevarlo a cabo con una maestría tan única se convierte en un espectáculo audiovisual y sentimental sin precedentes. Si a eso le sumamos la química entre un Ryan y una Emma que van directores a por la estatuilla dorada, una banda sonora con unas canciones que nos pasaremos tarareando durante horas, un genial uso de la cámara y ese perseguir tus sueños, no podemos hacer otra cosa que no sea sentarnos delante de la pantalla y disfrutar de una genialidad de película.