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Voto de souldecember:
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Drama
Año 1864. Durante la guerra civil norteamericana, la tranquilidad de una escuela femenina de Virginia donde sólo viven mujeres se ve alterada con la llegada de un apuesto soldado yanqui herido... Remake de "El seductor", dirigida por Don Siegel y protagonizada por Clint Eastwood. (FILMAFFINITY)
6 de setiembre de 2017
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sofia Coppola es una directora que va en caída libre desde la interesante Las vírgenes suicidas y la notable Lost in Translation. Sin embargo, aquí no hablaremos de la calidad de sus filmes, sino del camino totalitario que su cine abrió con The Bling Ring y que se confirma en La seducción.
Por algún motivo se está procurando vender este artefacto como un ejercicio liberador, incluso como un resorte de liberación. Sin embargo, producir libertad desde la cúspide del sistema de dominación es imposible. Y sin embargo todavía es necesario decirlo. Por que La seducción puede ser un ejercicio totalitario, una obra puesta al servicio del sistema de dominación y sin embargo ser percibida como lo contrario?
Pues empecemos por el principio, por explicar qué es La seducción. El film de Coppola, además de una versión de la novela de Thomas Callinan, es un remake del film de Don Siegel El seductor. Superar semejante monumento a la reacción más exacerbada era fácil y Coppola lo hace al eliminar la brutal carga de misoginia del “original”. Hasta aquí todo bien. Sobre esta base de limpieza ideológica se construye una fábula sobre la venganza de género en la que se cuelan temas importantes como la difícil vivencia de la sexualidad femenina en un ambiente de opresión. Hasta aquí bien también. Donde empiezan, entonces los problemas? Pues justamente en lo específico de la versión de Coppola, en las claves del film: la supresión de la figura de la esclava y la introducción del humor como elemento narrativo fundamental. La primera clave ayuda a indicar el verdadero nivel ideológico del film, a situar su posición dentro de la ideología dominante, es la desviación que señala su grado de integración en el espectáculo. La segunda constituye su garantía de efectividad, o una de ellas.
Vamos a dar un rodeo para explicar cómo se produce esto último, vamos a reflexionar sobre el régimen estético del film de Coppola. Este movimiento es necesario para entrar a analizar su verdad ideológica. Ya los primeros planos son altamente significativos, un encuadre grandilocuente, una música que subraya el tono emocional, un montaje tenso y de golpe el primer shock.
Así se define, desde el primer momento, la construcción de una narrativa melodramática, lo cual puede ser cualquier cosa menos neutral en términos ideológicos. Simplificando, el modo de representación melodramático es justamente la opción estética y narrativa privilegiada para acometer la transmisión acrítica de la ideología dominante, gracias a la forma en que construye un aparato completo de identificación primaria y, consecuentemente, de suspensión del juicio crítico en el espectador. Esto se consigue por una serie de elementos formales ya tópicos, por ejemplo una tendencia a la transparencia de estilo, la estimulación afectiva de los espectadores, una narrativa direccionada fuertemente hacia un final conclusivo, la potenciación de la identificación con las protagonistas mediante la estiulación de un fuerte componente (auto)compasivo, legibilidad moral inmediata, narrativa construida en función de shocks y tensiones… todos ellos elementos muy facilmente identificables en La seducción.
Se construye así un escenario político. La regulación de esta forma melodramática, la voluntad de manipular al espectador mediante unas formas narrativas prefijadas, impone una simplificación del mundo, de la realidad, que impide comprender la complejidad de nuestra propia percepción, llegando a substituir a la propia realidad. Este sistema espectáculo acaba así suprimiendo toda capacidad de juicio, de reflexión.
La eficacia de este entramado de fascinación mediante el que el público llega a suspender el reconocimiento y a identificarse con la posición de la autora, se cierra en La seducción mediante la introducción del humor y el uso de estrellas, exprimidas en su significación social más reaccionaria. Ambas suponen dos estrategias de ocultación y de acomodación del discurso, de manera que lo hacen más manejable por el público. El humor en La seducción procede reduciendo la carga de agresión de las imágenes mediante la amabilidad de un humor que se conforma simplemente como una estrategia para hacer más soportable lo representado en la pantalla. Por otra parte, el recurso a las divas como vehículo de enunciación ayuda a ocultar la posición de la autora al vincular su discurso con la autoridad de la estrella. La fascinación y la identificación del modo melodramático confunden personaje y actor, de manera que el público no puede desligar, sin un ejercicio consciente de distancia, lo dicho por el protagonista de la serie de valores que se atribuyen al actor. En el espectáculo, lo dicho por Nicole Kidman o por Kirsten Dunst nunca puede ser un discurso neutro, sino que es un discurso sancionado por una posición social dominante muy concreta.
Puede decirse que hasta aquí no hay ningún problema. Que si el discurso de Coppola lo merece puede servirse de semejantes bajezas para su transmisión. Sin embargo, mucha gente consideramos que no, que los artefactos culturales deben servir para ampliar nuestros horizontes cognitivos, y no para limitarlos reduciéndolos al nivel de las certezas de una señora rica de Nueva York. También creemos que es aquí donde reside el carácter totalitario de esta producción, en la forma en que trata de impedir cualquier aprensión crítica para imponer una posición previa. Hablando en términos éticos, Coppola nos está llamando idiotas al intentar imponernos su propio discurso sin construir un espacio para la distancia crítica. Esta forma tan primaria de aleccionamiento es sin embargo terriblemente eficaz.
Pero, cual es el discurso de Coppola? Cuales son sus consecuencias? Enunciémosla: el discurso de Coppola es la superioridad de la burguesía a la hora de enfrentar cuestiones morales y su consecuencia la recuperación sistémica del feminismo y el aplastamiento de su carácter de ideología revolucionara de emancipación integral.
Por algún motivo se está procurando vender este artefacto como un ejercicio liberador, incluso como un resorte de liberación. Sin embargo, producir libertad desde la cúspide del sistema de dominación es imposible. Y sin embargo todavía es necesario decirlo. Por que La seducción puede ser un ejercicio totalitario, una obra puesta al servicio del sistema de dominación y sin embargo ser percibida como lo contrario?
Pues empecemos por el principio, por explicar qué es La seducción. El film de Coppola, además de una versión de la novela de Thomas Callinan, es un remake del film de Don Siegel El seductor. Superar semejante monumento a la reacción más exacerbada era fácil y Coppola lo hace al eliminar la brutal carga de misoginia del “original”. Hasta aquí todo bien. Sobre esta base de limpieza ideológica se construye una fábula sobre la venganza de género en la que se cuelan temas importantes como la difícil vivencia de la sexualidad femenina en un ambiente de opresión. Hasta aquí bien también. Donde empiezan, entonces los problemas? Pues justamente en lo específico de la versión de Coppola, en las claves del film: la supresión de la figura de la esclava y la introducción del humor como elemento narrativo fundamental. La primera clave ayuda a indicar el verdadero nivel ideológico del film, a situar su posición dentro de la ideología dominante, es la desviación que señala su grado de integración en el espectáculo. La segunda constituye su garantía de efectividad, o una de ellas.
Vamos a dar un rodeo para explicar cómo se produce esto último, vamos a reflexionar sobre el régimen estético del film de Coppola. Este movimiento es necesario para entrar a analizar su verdad ideológica. Ya los primeros planos son altamente significativos, un encuadre grandilocuente, una música que subraya el tono emocional, un montaje tenso y de golpe el primer shock.
Así se define, desde el primer momento, la construcción de una narrativa melodramática, lo cual puede ser cualquier cosa menos neutral en términos ideológicos. Simplificando, el modo de representación melodramático es justamente la opción estética y narrativa privilegiada para acometer la transmisión acrítica de la ideología dominante, gracias a la forma en que construye un aparato completo de identificación primaria y, consecuentemente, de suspensión del juicio crítico en el espectador. Esto se consigue por una serie de elementos formales ya tópicos, por ejemplo una tendencia a la transparencia de estilo, la estimulación afectiva de los espectadores, una narrativa direccionada fuertemente hacia un final conclusivo, la potenciación de la identificación con las protagonistas mediante la estiulación de un fuerte componente (auto)compasivo, legibilidad moral inmediata, narrativa construida en función de shocks y tensiones… todos ellos elementos muy facilmente identificables en La seducción.
Se construye así un escenario político. La regulación de esta forma melodramática, la voluntad de manipular al espectador mediante unas formas narrativas prefijadas, impone una simplificación del mundo, de la realidad, que impide comprender la complejidad de nuestra propia percepción, llegando a substituir a la propia realidad. Este sistema espectáculo acaba así suprimiendo toda capacidad de juicio, de reflexión.
La eficacia de este entramado de fascinación mediante el que el público llega a suspender el reconocimiento y a identificarse con la posición de la autora, se cierra en La seducción mediante la introducción del humor y el uso de estrellas, exprimidas en su significación social más reaccionaria. Ambas suponen dos estrategias de ocultación y de acomodación del discurso, de manera que lo hacen más manejable por el público. El humor en La seducción procede reduciendo la carga de agresión de las imágenes mediante la amabilidad de un humor que se conforma simplemente como una estrategia para hacer más soportable lo representado en la pantalla. Por otra parte, el recurso a las divas como vehículo de enunciación ayuda a ocultar la posición de la autora al vincular su discurso con la autoridad de la estrella. La fascinación y la identificación del modo melodramático confunden personaje y actor, de manera que el público no puede desligar, sin un ejercicio consciente de distancia, lo dicho por el protagonista de la serie de valores que se atribuyen al actor. En el espectáculo, lo dicho por Nicole Kidman o por Kirsten Dunst nunca puede ser un discurso neutro, sino que es un discurso sancionado por una posición social dominante muy concreta.
Puede decirse que hasta aquí no hay ningún problema. Que si el discurso de Coppola lo merece puede servirse de semejantes bajezas para su transmisión. Sin embargo, mucha gente consideramos que no, que los artefactos culturales deben servir para ampliar nuestros horizontes cognitivos, y no para limitarlos reduciéndolos al nivel de las certezas de una señora rica de Nueva York. También creemos que es aquí donde reside el carácter totalitario de esta producción, en la forma en que trata de impedir cualquier aprensión crítica para imponer una posición previa. Hablando en términos éticos, Coppola nos está llamando idiotas al intentar imponernos su propio discurso sin construir un espacio para la distancia crítica. Esta forma tan primaria de aleccionamiento es sin embargo terriblemente eficaz.
Pero, cual es el discurso de Coppola? Cuales son sus consecuencias? Enunciémosla: el discurso de Coppola es la superioridad de la burguesía a la hora de enfrentar cuestiones morales y su consecuencia la recuperación sistémica del feminismo y el aplastamiento de su carácter de ideología revolucionara de emancipación integral.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Y es aquí donde volvemos a la clave del film, la ausencia de la esclava negra. La reducción de la complejidad del sistema de dominación que supone la salida de pantalla de este personaje es superlativo y ayuda a ver el descentramiento de la crítica llevada a cabo por Coppola, a quien le interesa mostrar un universo femenino lo más cerrado posible. Eesta idea tiene graves consecuencias. En primer luga, elimina del arco de representación a toda una comunidad que sufría una opresión superlativa e impide ver la realidad del funcionamiento profundo de los sistemas de dominación, en los que los individuos y los grupos padecen y ejercen dominación al mismo tiempo, resultando además que esta doblez de la dominación es la garantía última de su reproducción. Coppola no solo pierde una muy interesante oportunidad de analizar dos formas de emancipación complementarias, de elaborar un discurso sobre raza y género, sino que con este movimiento de destierro escópico focaliza toda la identificación espectatorial en las burguesas que constituyen el grupo del internado, falsamente positivizadas al hurtar de la narrativa su capacidad de ejercer un poder tan atroz como el de la esclavitud.
A pesar de su aparente carácter colectivo, La seducción constituye un verdadero monumento a la individualidad, condición básica de la reproducción del poder en la moderna sociedad de individuos consumidores que se ha constituido a imitación y expansión de la sociedad americana que se desarrolla a partir, precisamente, del momento histórico que se recrea en La seducción. La condición de mónada del internado y su entrada en ella del grupo de iguales recluido y atacado por el enemigo exterior supone la negación de la posibilidad de encontrar una solución colectiva a la opresión y a la agresión. Y es que lo colectivo se da en el contacto de lo diferente, no en lo idéntico. De esta forma, en realidad, la agrupación de mujeres del film de Coppola constituye distintas formas de un único ser social, definido con claridad, de manera inequívoca, en términos de clase. Se fuerza así la identificación con el único sujeto posible, la burguesía, constituyendo a esta clase social en sujeto moral y permitiendo, a partir de este movimiento, la reproducción de su ideología.
Puede, entonces, disfrutarse de semejante engendro? Pues depende de las tragaderas de cada cual y del cinismo o la inocencia de cada cual. Y es que, efectivamente, la calidad del artefacto de Coppola solo puede ser medida en función de su efectividad sistémica. Dicho de otra forma, una obra de este tipo solo puede ser valorada desde la coincidencia previa con la posición de partida de la autora o desde la coincidencia posterior con esta postura, en función del grado de inmersión en el dispositivo en que se haya caído.
Nadie puede ser tan inocente para no entender que el poder funciona en beneficio propio, y no precisamente en beneficio de las personas que sufren su opresión. Pretender que uno de los centros de difusión de ideología global lance mensajes contra sí mismo es una verdadera utopía. Con todo, es evidente que determinados temas son demasiado rentables económicamente como para no pelear el mercado y, por otro lado, también son demasiado peligrosos socialmente como para no llevar a cabo su recuperación sistémica. Si el obrerismo fue el gran tema en su momento, generando una inflación de representaciones bienintencionadas pero toscas o abiertamente reaccionarias, pero casi siempre contraproducentes, lo mismo ocurrirá con el feminismo. Pero a los movimientos revolucionarios se les exige la lucidez, el hecho de estar a la altura de los acontecimientos externos y de la autocrítica constante, permanente. Cada vez será más habitual tener que enfrentarse a artefactos como La seducción, por lo que la urgencia de establecer discursos críticos que partan de análisis profundos será cada vez mayor.
A pesar de su aparente carácter colectivo, La seducción constituye un verdadero monumento a la individualidad, condición básica de la reproducción del poder en la moderna sociedad de individuos consumidores que se ha constituido a imitación y expansión de la sociedad americana que se desarrolla a partir, precisamente, del momento histórico que se recrea en La seducción. La condición de mónada del internado y su entrada en ella del grupo de iguales recluido y atacado por el enemigo exterior supone la negación de la posibilidad de encontrar una solución colectiva a la opresión y a la agresión. Y es que lo colectivo se da en el contacto de lo diferente, no en lo idéntico. De esta forma, en realidad, la agrupación de mujeres del film de Coppola constituye distintas formas de un único ser social, definido con claridad, de manera inequívoca, en términos de clase. Se fuerza así la identificación con el único sujeto posible, la burguesía, constituyendo a esta clase social en sujeto moral y permitiendo, a partir de este movimiento, la reproducción de su ideología.
Puede, entonces, disfrutarse de semejante engendro? Pues depende de las tragaderas de cada cual y del cinismo o la inocencia de cada cual. Y es que, efectivamente, la calidad del artefacto de Coppola solo puede ser medida en función de su efectividad sistémica. Dicho de otra forma, una obra de este tipo solo puede ser valorada desde la coincidencia previa con la posición de partida de la autora o desde la coincidencia posterior con esta postura, en función del grado de inmersión en el dispositivo en que se haya caído.
Nadie puede ser tan inocente para no entender que el poder funciona en beneficio propio, y no precisamente en beneficio de las personas que sufren su opresión. Pretender que uno de los centros de difusión de ideología global lance mensajes contra sí mismo es una verdadera utopía. Con todo, es evidente que determinados temas son demasiado rentables económicamente como para no pelear el mercado y, por otro lado, también son demasiado peligrosos socialmente como para no llevar a cabo su recuperación sistémica. Si el obrerismo fue el gran tema en su momento, generando una inflación de representaciones bienintencionadas pero toscas o abiertamente reaccionarias, pero casi siempre contraproducentes, lo mismo ocurrirá con el feminismo. Pero a los movimientos revolucionarios se les exige la lucidez, el hecho de estar a la altura de los acontecimientos externos y de la autocrítica constante, permanente. Cada vez será más habitual tener que enfrentarse a artefactos como La seducción, por lo que la urgencia de establecer discursos críticos que partan de análisis profundos será cada vez mayor.