Hoy ya no sería posible la figura de un agente como “Lobo”, la razón fundamental es que los miembros de ETA caen tan rápido que no es posible dilatar en el tiempo una operación como esa. Si a eso añadimos lo que las nuevas tecnologías ha permitido, resulta ya del todo impensable. Ahora se escuchan las conversaciones de esta gente como oís algunos El Larguero. Eso no quita para tener también hombres en ciertos ambientes como concentraciones, mítines y tabernas. Lo más gracioso es que Mikel Lejarza sigue tomando chismes cuando quiere por Euskadi.

La película de Miguel Courtois es muy resultona, diría que buena si hablamos de un thriller español que encima toca un asunto que despierta pasiones. Si hacemos una valoración global su esencia recoge bien lo que pasó. En cambio si lo hacemos en una escala particular nos encontramos con demasiadas licencias.

Hay un intento continuo de presentar a la policía de la época como vil y antidemocrática. En algunos casos lo eran, por supuesto, pero Lobo no llegó a ellos ni mediante una situación de carencia económica o el soborno. Simplemente tenía dos íntimos amigos que eran inspectores de policía. Y tergiversaciones de esas en la cinta unas cuantas.

En cuanto al mundo batasuno, bastante regular, aunque preciso. Ellos no han aprendido que uno es como los demás le ven, no como cree que es él. Por eso nunca han soportado las opiniones desde “fuera”. No se reconocen, les gustaría que dijéramos que son cojonudos y con poderes sobrenaturales, pero en verdad son unos garrulillos con más soberbia que Bush, con menos cultura que Javito de Gran Hermano, con una historia más ficticia que “El señor de los anillos” y con un futuro más corto que el de Carrillo.

Ahora que la selección española y la vuelta a España volverán por allí, es buen momento para que alguno deje las pistolas y vaya al psiquiatra.

Nota: 6,4.

PD: Un traidor es el que pertenece a algo y luego lo vende, como el nacionalismo vasco con España. Lobo no fue un etarra captado, sino un agente infiltrado.