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Voto de irian hallstatt:
10
Drama En un pequeño pueblo de Castilla, en plena postguerra a mediados de los años cuarenta, Isabel y Ana, dos hermanas de ocho y seis años respectivamente, ven un domingo la película "El Doctor Frankenstein". A la pequeña la visión del film le causa tal impresión que no deja de hacer preguntas a su hermana mayor, que le asegura que el monstruo está vivo y se oculta cerca del pueblo. (FILMAFFINITY)
27 de octubre de 2007
10 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El Espíritu de la Colmena” es para mi una de esas joyas perdidas en la filmografía nacional. ¿Qué hemos hecho, o dejado de hacer en nuestro país, para haber abandonado el espíritu que anima películas como esta? Da igual.

* De entrada, me ofrece esta película un par de las interpretaciones infantiles que, dado el tono de la película, más grata impresión me han causado. La naturalidad con que se desenvuelven Ana e Isabel (nombres de las protagonistas, en el celuloide y la vida real) en la frialdad y contención del film es impresionante, y muy de agradecer.

* La película nos muestra un frío, árido y desolador panorama de posguerra. Parece que el arruinado paisaje castellano haya impreso su espíritu en una sociedad yerma. Todo lo inquieto, vital y agitado que puebla ese desierto son algunos de los personajes, cual llamas siempre avivadas en medio del páramo. Creo que si no se logra conectar con esa vida y experiencia individual de los protagonistas, sobre todo de la pequeña Ana, que se va nutriendo de todo tipo de sensaciones y conflictos, la película puede suponer al desafortunado solo un muestrario de insípidas estampas costumbristas y de posguerra; aunque a mi personalmente el aspecto visual del film ya me parece muy atrayente.

* Con este panorama Ana empieza a despertar a la realidad y despojarse de su infancia. Las experiencias que vive le van abriendo los ojos y el corazón. La asaltan cientos de preguntas, su carácter y sus valores se van forjando, y lo más importante, va siendo consciente de la realidad humana y social de su entorno. Se enfrenta por primera vez al absurdo, la injusticia y la impotencia. Algo franco la hace reaccionar ante ello y afirmar inicialmente determinadas posiciones, aun algo vagas, y de las que nada sabía, pero que desde ese momento la irán convirtiendo en persona, en adulto… una pena. Las inquietantes vivencias de la pequeña Ana la espolean y estimulan a plantearse cosas en las que nunca había reparado, además de provocarle multitud de sensaciones que son la vidilla de ese erial pintado por Erice. Preguntas, preguntas y más preguntas asaltan a Ana. Mentiras, mentiras y más mentiras es todo lo que recibe. Esto se dio siempre, pero ahora ella lo sabe. Está perdiendo todos los referentes que tenía para moverse y comportarse en un mundo que se ha vuelto ahora un angustioso y temible laberinto de contradicciones. Se le han caído dioses y mitos, todo lo asentado se hace añicos, y se encuentra sola y perdida, con el infame mundo que acaba de descubrir a un lado, y con esa vasta y yerma naturaleza (humana también) a otro. Ya no puede acudir a lo seguro porque empieza a paladear el sabor amargo de la hipocresía y se va colando en ella la desconfianza y el desconsuelo. No puede reprochar a nadie que le hayan pintado el mundo con falsedades.
Montones de escenas turbadoras: la bromita de Isabel haciéndose la muerta, la aventura de Ana con el fugitivo, la secuencia de la setita…
irian hallstatt
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