Es difícil negar que esta sea una bella película: sus escenarios, su arte, la historia misma, resultan elementos que hacen que sea un placer ver Café Society. Woody Allen ya no tiene que demostrarnos nada, porque resurge continuamente como un gran director. De todas formas, en el plano de su guion las cosas no son tan placenteras. Todo se queda simplemente en la belleza de apreciar cómo se va desarrollando. Las tensiones son escasas, los diálogos resultan pobres. Lo que vale la pena destacar en el plano dramático, a mi juicio, es la persistencia en la grandeza reciente de Steve Carell.
Una historia de amor en la que las circunstancias que han sido parte del universo Allen entran en juego con buen tono pero nada ocurre como para que entre a ser parte de las grandes obras del maestro.