Esta adaptación de la novela de Ishiguro refleja con claridad todos los elementos de una época y le da tonalidad a una generación distinta: la de los sacrificados de la ciencia. Sin embargo, parece empalagosa en su sentimentalismo, que seguro pudo ser mejor aprovechado para una trama mucho más sólida.
De esta película, vale la pena quedarse con el arte que, desde el vestuario hasta la escenografía y la fotografía, da un aire magistral a lo que se sugiere como trama de ciencia ficción o, si se quiere, macabra.