Este filme trata sobre la vida de una pareja americana de clase media, (en torno a los años 50), y sus crisis dentro y fuera del matrimonio.
Mendes con una crudeza esperpéntica nos enseña, la vida de los personajes, sus ambiciones profesionales, sus anhelos, frustraciones... y logra universalizarlos, hasta el punto de que observamos desde la platea, como este maravilloso director y las geniales interpretaciones logran quitarnos la mascara que llevamos en nuestra vida exterior, y hacer una introspección del ser humano y del sueño americano (o de la mayoría) extraordinario y crudo.

Algunos tachan el filme de depresivo, yo creo que es todo lo contrario, una vez que se digiere el shock o el impacto que nos causa el filme, me doy cuenta que es necesario sacar todas las miserias del ser humano que tenemos reprimidas, (que nos hacen ser personas hipócritas y forzadas en sociedad), para ser concuente con ellas y cambiar, es decir, sacarlas a la conciencia, para quitarnos un peso de encima, y no mirar para otro lado ante nuestras miserias personales y sociales.

Por otro lado la pareja protagonista lo borda, Di Caprio cada vez es mejor actor, y en esta película esta impecable con momentos a la altura de Brandon (en un tranvía llamado deseo), Winslet soberbia, en el papel de excéptica de la vida en general, Michael Shanon, escalofriante, en el papel de ambiguo (cuerdo-neúrotico) hijo de Kathy Bates, también magnífica. También rayan a una gran altura los demás personajes, en realidad no se me ocurre un reparto tan redondo, inspirado y con tanta calidad interpretativa en los últimos tiempos.

El trabajo de Mendes, es digno de admiración con unos planos de una estética inigualables.
El guión adaptado, la ambientación son un lujo para los sentidos, y todo ello siendo una película nada fria, que nos toca, que nos hace participes, hacen de esta una obra maestra, que perdurará en nuestras mentes mucho tiempo, (cada uno digeriéndola, censurándola, admirándola a su manera, pero a nadie le dejara indiferente).