La primera sesación que provoca el último trabajo de Steven Spielberg, una vez se apagan las luces de la sala, es inevitablemente ser conscientes, de lo mal que gran parte de la audiencia va a encajar su apuesta.

El mítico director norteamericano tiene muy mal acostumbrado a su público, todo lo que ofrece esta cargado de una épica y una espectacularidad que en esta ocasión, resultan bastante ausentes, basta con fijarse en lo diluida que resulta su más recurrente seña de identidad, me refiero a la siempre omnipresente Banda Sonora del maestro John Williams, que realmente solo se puede disfrutar en su conjunto, cuando llegan los títulos de crédito finales.

Existe una declarada economía de medios en la edificación de la película, Spielberg apuesta por el cine político de forma explícita, y para ello sacrifica la grandilocuencia visual y estética en favor de los personajes, la emoción se encuentra por tanto en el trabajo de sus actores, principalmente en Daniel Day-Lewis, de el solo decir, por no extender mucho el tema, que su actuación es tan redonda, que consigue borrar casi todo rastro de su personalidad y convertirse en Abraham Lincoln.

En el resto del reparto, donde secundarios como David Strathairn o James Spader apuntalan con sobrado talento la cinta, destaca con extrema brillantez el trabajo de Tommy Lee Jones, suya es la mejor escena del film, esa en la que vuelve a casa con el acta bajo el brazo y descubrimos su verdaderas motivaciones.

Para la decimotercera enmienda, la auténtica protagonista de la historia, hace falta abrir un capítulo aparte y premiar con justicia la valentía de Spielberg, en los tiempos que corren, tal vez solo se pueda hablar de corrupción política justificada si nos situamos en el pasado, entendemos que para Lincoln, liberar de la esclavitud a su país era una causa noble, solo espero que los mezquinos que nos gobiernan en la actualidad, no lo tomen como ejemplo para argumentar sus tropelías.

Como advertencia final, y volviendo a lo expuesto al principio, conviene acercarse a ella con precaución, puede provocar cierto desencanto, personalmente aplaudo su minucioso trabajo narrativo y lo profundamente sobrio que resulta Spielberg tras la cámara, pero entiendo que sin estar vacunado en este tipo de cine, puede llegar a aburrir, más por las expectativas que previamente siempre genera un director, que indiscutiblemente es, uno de los últimos clásicos en activo del Séptimo Arte.