Dicen algunos críticos que la adaptación de la novela homónima de Mordecai Richler es inmaculada y que Richard J. Lewis ha creado la mejor película del universo Allen sin Woody Allen (si eso es posible).

De la primera parte no puedo opinar, no he leído la novela, sin embargo de la segunda puedo afirmar que es una boutade temeraria, puedo llegar a comprar la idea de que es un mestizaje de estilos bien agitado, con tino y cierto buen gusto, que la dirección actoral es competente como poco y que el melodrama sobrevuela a lo largo del film, pero creo que en su recta final se desfonda, dejando por momentos exhausto al espectador que observa impertérrito como se cambia de un género a otro (de la comedia al thriller, del misterio al drama lacrimógeno, de la comedia romántica al telefilm) casi entre tomas y en eso amigos, tenemos que reconocer que el bueno de Woody es un auténtico maestro.

La película peca de exceso de metraje porque necesita abarcar la historia de una vida, sin embargo esta particularidad juega en su contra, con 30 minutos menos y tirando un poco de tijera creo que el resultado podría haber sido otro. Sin embargo su comienzo es arrollador, y es ahí donde sí que se entrevé las costuras del maestro Allen, los diálogos ágiles y versátiles entre Giamatti y Hoffman o toda la escena en Roma son geniales.

El punto fuerte del film es el reparto que brilla a gran altura Scott Speedman haciendo de amigo tarambana pero con encanto lo borda (aunque sinceramente dé la impresión de que no le esté costando mucho interpretar: fobias mías), Minnie Driver está divertida, atractiva e histriónica a partes iguales como la segunda esposa de Barney, Dustin Hoffman es un lujazo y su interpretación del patriarca Panofsky es arrebatadora, Rosamund Pike guapísima como siempre (en esta ocasión teñida de negro) lleva el peso de gran parte del film con sus silencios inquisidores, miradas de complicidad y en general con el encanto y la sensualidad que la caracterizan y por último, Anna Hopkins ilumina el metraje en los fotogramas en los que aparece como hija de Barney, joven talento a seguir de cerca.

Por supuesto y en relación a lo anterior, si merece la pena ver la película principalmente no es por otra razón que por la desgarradora interpretación del gigantesco (interpretativamente hablando, claro) Paul Giamatti que crea un personaje por momentos algo lunático, egoísta, encantador, romántico, cachondo, airado, frágil y enternecedor, rebosante de humanidad, en la que es una de sus mejore interpretaciones hasta la fecha.

Recomendable con reparos para poder disfrutar de un Giamatti desatado.