Mira que era complicado hacer una película peor a las dos predecesoras de saga, que el tiempo dejará claro que debió quedarse en una sola película (salvo la segunda de la quema, pero ya se sabe el dicho de "donde caben dos...") . Y es que hacer una franquicia de la idea más floja de James Wan dentro del campo del terror ('Expediente Warren' o 'Saw' son muy superiores de punto de partida) solo se podía vislumbrar una inequívoca pérdida de calidad (pasmosa, de hecho).

No hay terror, no hay una trama entretenida, ritmo o un buen guion. En realidad, bajo los escombros se vislumbra que pudo haber una buena historia que redimiera la saga, pero se prefirió dar foco al personaje de cuta feminista-racial de turno, que no solo chupa escena sin merecerlo, sino que socaba minutos de poder enfocar la historia en un verdadero relato sobre la redención, el perdón y el reencuentro paterno-filial (ausente interacción entre los dos protagonistas, pero no puedo profundizar por motivos de spoilers).

Joshep Bishara parece estar a punto de dormirse, y prueba de ello es el apagado instrumental. Un trabajo hecho a desgana. Solo salvo la interpretación de Patrick Wilson, porque su dirección es tibia y sin personalidad. Un 'supuesto' cierre (¡ja, eso está por ver!) con brocha gorda.

Un desastre. Por suerte, no tendré que acudir a un psíquico para olvidarla.

3,9/10