Lo cierto es que para un servidor la propuesta que nos ocupa resulta un tanto curiosa debido a su tono, el cual es prácticamente teatral. No creo que sea coincidencia que el comienzo de la historia tenga lugar en un teatro, ahí lo dejo... La fotografía en blanco y negro le da al visionado un aire expresionista de lo más apreciable con esos juegos de sombras tan característicos. La trama cumple con un drama romántico de época bastante particular que evoluciona de una manera tan previsible como correcta. El vestuario y los diálogos son muy adecuados. También hay algunos duelos a capa y espada muy destacables. En el aspecto actoral José Ferrer está por encima del resto, algo que entra dentro de la lógica, ya que después de todo encarna al protagonista. Esa pasión poética que desprende durante todo el metraje es innegable y por momentos traspasa la pantalla. Le falta un poco de ritmo a ciertas partes, pero en general considero que el film es acertado. No he visto todavía la versión de 1990. No obstante, esta de 1950 me ha parecido digna de verse.