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Voto de Malkav:
8
7,5
1.428
Drama. Ciencia ficción
Convencido de que el alma reside en la piel, de que su propio ser se ha desvanecido junto con los rasgos de su cara desfigurada a raíz de un accidente, un científico se obsesiona con la idea de cubrirse con una máscara, otro yo que, esperanzadamente, concibe como un nexo con el mundo. (FILMAFFINITY)
6 de julio de 2011
46 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película densa, compleja y, como de costumbre en Teshigahara, visualmente arrebatadora. Explora el tema de la identidad de una forma inquietante y pesimista, asumiendo que en la sociedad actual la esencia vive ahogada por la apariencia. La alegoría del personaje que ha perdido su verdadero rostro (esto es, su verdadero «yo») y que necesita de una máscara para poder triunfar en su vida ordinaria sirve como reflejo de todas aquellas personas que naufragan en el intento de ser ellas mismas y, como consecuencia, intentan medrar adaptándose a los cánones impuestos por una sociedad deshumanizadora.
Así, la solvente pluma del guionista habitual del director, Kôbô Abe, nos muestra dos historias paralelas que ilustran dos formas opuestas de entender nuestra propia existencia. Frente al afán de Okuyama de sentirse libre a través de la apropiación de una máscara social que lo proteja, se encuentra el anónimo personaje de la chica desfigurada, que opta por asumir su monstruosidad a pesar del rechazo constante de su entorno.
Así, la solvente pluma del guionista habitual del director, Kôbô Abe, nos muestra dos historias paralelas que ilustran dos formas opuestas de entender nuestra propia existencia. Frente al afán de Okuyama de sentirse libre a través de la apropiación de una máscara social que lo proteja, se encuentra el anónimo personaje de la chica desfigurada, que opta por asumir su monstruosidad a pesar del rechazo constante de su entorno.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Sin embargo, ninguna de las dos posturas alcanza un desenlace satisfactorio. En un mundo en el que el verdadero «yo» está tan devaluado y oprimido, tanto la opción de «parecer» (Okuyama) como la de «ser» (la chica de la cicatriz) resultan insuficientes para lograr la felicidad. Por un lado, porque cuando el conflicto se dirime a favor de la apariencia nos abocamos a un inevitable estado de alienación total (como revela la brillante escena que cierra el film, en la que los individuos que integran una masa indefinida y deshumanizada aparecen despojados de cualquier rasgo que permita distinguir a unos de otros). Por otro lado, porque cuando una persona marcada por la diferencia intenta asumir su condición la hostilidad social puede tornarse un factor determinante, por agresivo, que le lleve a la negación definitiva de su propia identidad (el suicidio se impone a la chica como fin a todos sus problemas). No hay, pues, una solución clara al conflicto en este universo casi distópico que nos presenta Teshigahara.
Obra perturbadora, en suma, de gran belleza plástica y maravillosamente interpretada por el siempre versátil Tatsuya Nakadai, en la que el ritmo pausado, que a veces flirtea con el tedio, no termina resultando un obstáculo para el pleno disfrute de su propuesta, una de la más sugerentes del cine japonés de todos los tiempos.
Obra perturbadora, en suma, de gran belleza plástica y maravillosamente interpretada por el siempre versátil Tatsuya Nakadai, en la que el ritmo pausado, que a veces flirtea con el tedio, no termina resultando un obstáculo para el pleno disfrute de su propuesta, una de la más sugerentes del cine japonés de todos los tiempos.