Bien, ya me puedo despachar a gusto. A ver por dónde empiezo. ¿Desde cuándo se puede tocar a un fantasma y que no se te escurra entre las manos? Cuando descubres que el niño es el fantasma, te vienen flashbacks que hacen imposible creer esa tesis. Así que empiezas a rebobinar la película, y en efecto, sin ir más lejos, cuando ella les grita que están todos en complot para volverla loca, llega a zarandear al niño fantasma, por increíble que resulte, aunque claro, aquí los más crédulos dirán que ella se imagina que lo toca o cualquier excusa, pero para mí esa simple escena echa por tierra el guion completo. Puedo creerme que en Los otros ocurriera de todo porque el grupo completo estaba en el más allá, pero esto de mezclar vivos y muertos y que no se note nada, chirría muchísimo. Como cuando ninguno de los artefactos que coloca ella por toda la casa hacen nada cuando el niño anda cerca. Porque esa es otra, ¿el niño sabe que está muerto? A veces parece que lo sabe, otras no. ¿Y qué decir de las escenas absurdas en las que el niño teme al fantasma que buscan? ¿Y la niñera gobernanta? ¿Nadie se da cuenta de que cuchichea con su hijo invisible cuando lo acuesta junto con los demás niños? ¿El maestro que se lía con la protagonista no ve que ella le está enseñando al aire vacío a jugar al solitario? ¿Por qué no vemos a los fantasmas amigos de él? Si se nos enseña a la niñera e hijo a solas, deberíamos ver también al resto de fantasmas de la casa, ¿no?

En fin, para esto ya tenemos Otra vuelta de tuerca, que no tiene que recurrir al violín crispado para alterarnos los nervios, pero por supuesto, con una gran novela se puede hacer como mínimo una historia correcta, no como esta, que parte de un guion vacío y tramposo. Y así no hay manera...