Se calcula que en todo el mundo se obliga anualmente a más de un millón de niños a prostituirse, se les compra y vende con fines comerciales o se les emplea en la industria de la pornografía infantil. Es una industria multimillonaria donde los niños ingresan por la fuerza o mediante engaños, se les priva de sus derechos, de su dignidad y de su infancia. La explotación sexual comercial condena a los niños a una de las formas más peligrosas de trabajo infantil, amenaza su salud mental y física, y atenta contra todos los aspectos de su desarrollo.

Dicho esto, no vayamos a ser muy duros con el aspecto técnico o interpretativo del film. Tampoco con sus matices catequesistas, todo eso es secundario, porque se ha conseguido poner en imágenes una historia particular de denuncia de esta realidad, tan brutal y por desgracia común, en el despiadado mundo de nuestros días.

Los actores y actrices cumplen con suficiencia sus roles, en especial el protagonista con poca experiencia pero que hace una interpretación creíble, y consigue transmitir la angustia por vivir unos hechos que le transformarán para siempre.

Al final del film se muestra la Asociación concreta de protección contra la esclavitud de los niños, que ha producido la película y se nos anima a colaborar con ella para poner un granito de arena que vaya acabando con este problema.

Muy loable y muy didáctica y capaz de mover conciencias y hacer tambalear nuestro corazón ante semejante delito contra niños inocentes.