Recuerdo ver "En busca del arca perdida" de estreno en el cine. La emoción me embargaba. Todos mis amigos del Instituto la habían visto y yo no. Había buscado información cinéfila, compré un "Fotogramas" que se titulaba algo así como "El último modelo de la Factoria Ford", con Harrison Ford vestido de Indiana en la portada. He crecido con Indiana Jones, así que tenía que ver su último filme en el cine. Había oído y leído de todo, generalmente malo. Y estaba la deficiente cuarta entrega. Afortunadamente me tiró más ir a ver a aquel héroe que conocí en los 80. Y lo he disfrutado.

Este filme es un más que digno broche de oro a una de las sagas más famosas del cine. Esta franquicia ha tenido la mala suerte de coincidir con fenómenos o situaciones que han afectado a su recorrido comercial, lastrándola de manera injusta. Así, la tercera entrega coincidió en fechas de estreno con el torbellino del "Batman" de Tim Burton y una espectacular Kim Basinger. No hizo la taquilla que esperaban. Y ahora ha coincidido con todo el desastre de Disney y su obsesión doctrinaria en lo que se denomina "Batalla cultural" que se ha llevado por delante, como efecto colateral, a este maravilloso filme. Que si humillación al personaje, que si mujer empoderada que va a ser su sustituta, nada de esto se ve en el filme. Es falso.

Harrison Ford compone un magnífico Indiana, un personaje cansado, sin ilusión, ajado, amargado y olvidado, que se encontrará con una nueva e inesperada búsqueda aventurera el día de su jubilación. Reverdecerá y se enfrentará como el primer Indiana, sin conocer el miedo y apurando al máximo. Pero el actor tiene 80 años y el personaje andará por los 70, por lo que no podemos pedir que brinque cual Tom Cruise en "Misión Imposible". Hay un límite en la credibilidad. Por ello, el contrapunto con la Waller-Bridge era necesario, una protagonista femenina valiente al estilo de la Ripley de "Aliens", una heroína ochentera. He de reconocer que el personaje tiene un punto desagradable, que no desaparece en todo el filme. Le falta algo, quizás emotividad o empatía.

Mangold se luce con un filme trepidante, de acción continua, con un Ford rejuvenecido por mor de unos CGIs impresionantes que elevaron el coste del filme a 300 M$. Todo el filme es espectacular y rezuma sensaciones ochenteras. Esta es una película de aventuras clásica, de las que no llegan al cine. Quizás tiene un grado de hipérbole en las largas escenas de acción que podría haberse reducido, pero se disfrutan ¡Y de qué manera!

Todos los actores cumplen. Mikkelsen está en lo suyo y Banderas pues bueno, aparece en un breve papel. Hay varios homenajes al primer filme y a la saga; la BSO es un lujo de John Williams.

No entiendo porqué ha sido un fracaso. Quizás porque vivimos en otra época, como le pasa a Indiana, y como dice en un momento Mikkelsen, "nadie nos recuerda".

Hay a quién le molesta ver a Ford/Indiana mayor. Pero es ley de vida. Todos envejecemos. Todos. La escena final es digna, emotiva y muy respetuosa con los personajes y con los propios actores. Y emotiva para muchos de nosotros, los que tenemos unos años.

Yo, por mi parte, he vuelto a aquella noche de 1981 cuando vi la primera película de estreno. Y sin Dial del destino.