La ópera prima de Dario Argento, su desembarco en el giallo y el trampolín de dicho subgénero al éxito internacional fue esta intriga criminal estilizada y elegante que alternaba hallazgos estéticos fascinantes (la testigo que se queda atrapada en una puerta giratoria, el destello del cristal que la deslumbra, los asesinatos cometidos con la aguja) con una trama que avanzaba a trompicones y unas explicaciones un tanto cogidas por los pelos. Es más comedida y algo más convencional (si eso es bueno o malo allá cada cual) que las películas posteriores de Argento, pero ya tiene sus rasgos más característicos: más atención por la estética que por la trama, cámara subjetiva, puesta en escena elegante y colorista, uso de música progresiva para ambientar momentos de suspense...

El tiempo no la ha tratado del todo bien, pero sigue resultando interesante.