No han llegado siquiera los títulos de crédito y ya hemos visto palizas, escabechinas con una navaja de afeitar y una triple "ejecución" con bomba. Casi nada. El ritmo de la masacre baja un poco a partir de ahí (tampoco mantenerlo era fácil) pero en la búsqueda de 300.000 dólares que no aparecen no faltarán tiroteos, emboscadas y perrerías varias, hasta que prácticamente no queda, como diría mi abuela, ni el apuntador. Hasta ese momento, "Milán, calibre 9" mantiene la atención gracias a un guión tramposo pero inteligente (giros sorprendentes incluidos), unos diálogos cáusticos, un buen número de escenas bastante violentas para la época, y unos personajes con sabor a cine negro del de toda la vida (algo planos tal vez, pero...¿no lo eran también en el cine negro de toda la vida?). Casi no tiene tiempos muertos, y consigue en casi todo momento que uno se abstraiga de una estética tirando a desfasada y una puesta en escena precaria para preguntarse dónde coño estará la pasta y qué rollo se trae el enigmático Ugo Piazza.

A destacar, para bien o para mal según se mire, la psicodélica/erótica escena del baile de Barbara Bouchet. Tendría que salir un fotograma de esa escena al lado de la palabra "setentero" en los diccionarios. Si es que aparece esa palabra en los diccionarios, vaya.

Mención aparte merece el magnífico desenlace de la historia, que no comentaré ni en spoiler, es mejor que lo veáis ustedes mismos.