Esta película, nunca estrenada ni editada en España que yo sepa, es una de las obras clave del "poliziottesco" setentero, la mejor película del irregular artesano del cine de género Umberto Lenzi (aunque a día de hoy este personaje sea más famoso por sus películas de caníbales de finales de los 70 y principios de los 80), y uno de los thrillers más bestias jamás rodados.

Básicamente cuenta la descontrolada espiral de violencia en la que entra un delincuentillo de poca monta obsesionado con dar un gran golpe que le arregle la vida y le dé el prestigio que no tiene en los bajos fondos y que pare la genial idea de secuestrar a la hija de un ricachón. El cubano Tomás Milian, un clásico de este tipo de cine, hace una fabulosa interpretación de uno de los villanos más abyectos de la historia del cine. Henry Silva, tan inexpresivo como siempre, es el policía que investiga el caso, y por ahí andan también otras caras que le serán conocidas al aficionado al cine de explotación italiano, como la habitual de los "gialli" Anita Strindberg.

Como la mayoría de las películas de Lenzi, es violenta hasta el sadismo, directa y sin concesiones, pero a diferencia de otras está narrada con un ritmo trepidante que no decae en ningún momento y no tiene fallos evidentes de raccord ni de guión. Tampoco es que sea un derroche de genialidad cinematográfica, pero entretiene, mantiene la tensión, y a ratos hasta impresiona un poco con la brutalidad y el retorcimiento de algunas escenas.

Un clásico de su (sub)género.