Si la película fuese un corto, rodado solamente con la entrada a la casa de la calle de las Morerías, y terminada antes de ir a la policía, habría sido una obra maestra. Todo lo anterior es casi intrascendente (pero interesante), y lo posterior, un añadido innecesario.

Sin embargo, lo que ocurre en las catamcumbas de Madrid es una maravilla que eriza la piel solo de pensarlo. Rodar algo así en 1944 es una sorpresa mayúscula para las pupilas del abajo firmante.

Por otra parte, la luminosidad y mala calidad de algunas imágenes, sonroja, sabiendo en qué punto estaba el cine americano en aquellos entonces. Es solo comparable a las películas del Expresionismo alemán.

Los profesores están maravillosos. No sé de dónde sacaron esos actores, pero saben a aquella infancia que perdí, a Jekyll y Hide, a Frankestein…