La verdad que esconde las calles asimétricas de las favelas, donde la vida se desarrolla a compás de disparos, atracos y drogas, siguiendo los trazos del poder y las venganzas,
Con un ritmo trepidante desde la misma primera escena, cuando una gallina huye y es perseguida por un grupo de jóvenes y niños, que ya anuncian lo que sucede en aquella favela, donde solo hay lugar para las pistolas, la droga, la sangre, la corrupción y el mismo placer, la misma frivolidad a la hora de tomar una vida que cualquier videojuego de jóvenes de sus mismas edades de clase media viviendo quizá en el centro de ese Río que se vende como un ejemplo de desarrollo.

Muestra el mundo, el Brasil que se intenta hacer desaparecer a base de eliminarlo de la imagen que se da de este al mundo, mientras las favelas siguen coronando las montañas, pobladas por los invisibles que no existen sino en ellas, sino dentro de ellas, sin las expectativas de ese Brasil que es contemplado en todo el mundo, dos mundos que viven de espaldas, que la película obliga a contemplar con actores y diálogos que de soberbios, dan la impresión de documental.

Una maravilla, una necesidad, una realidad.