Como buen fan de 300 y su protagonista Gerard Butler, tenía que verle en otro tipo de papel tan distinto al del espartano. En La cruda realidad, hace de un tipo machista, maleducado, directo y que no tiene pelos en la lengua. Su opuesto es Katherine Heigl, que hace de una chica histérica, perfeccionista, maniática y muy profesional.

A pesar de que el desarrollo de la película está dirigido por tópicos y elementos muy previsibles, se deja ver perfectamente. Mike tiene que trabajar codo con codo con Abby y entonces éste le ayuda a conseguir un novio. El conocimiento de Mike sobre los hombres roza lo absurdo, ya que predice todos y cada uno de los movimientos del pretendiente de Abby, pero tampoco hay que ponerse melodramático por ello.

En la primera mitad del filme, los chascarrillos y las risas son constantes. Esto gracias, en parte, al lenguaje que se emplea, el lenguaje que utilizamos día a día. Y es que ¿quién no dice palabrotas en la vida real? En la segunda parte, entre el humor se deja ya entrever un poco más de seriedad para que la trama vaya avanzando hasta su final. Aún así, no tengo queja alguna.

La actuación de Gerard me ha parecido soberbia. Es un actor que, al principio, no sabes por dónde va a salir, pero que después ves que el papel le viene que ni pintado y no se siente para nada incómodo. Si sigue así, su trayectoria será muy buena y variada, sin duda. Katherine también lo hace muy bien, con sus actitudes histéricas y obsesivas.

En definitiva, La cruda realidad es una película sólida, que hace reír constantemente, a pesar de lo predecible de su guión (¿pero qué comedia romántica no es predecible y poco compleja?).