Las comedias románticas son un valor seguro dentro del mundo del cine, y a pesar de que hay algunas muy superiores a otras, el público conoce las reglas del género y entra en el juego que proponen desde el principio, así no hay después peticiones de devolución.

“Little Italy” es otra película más a añadir al género, una película que no aporta nada nuevo y que representa todo lo que una comedia romántica debe ser. Muchas veces se echa en falta que una película de este estilo se arriesgue y se atreva a traspasar las líneas de siempre, pero éste no es el caso, “Little Italy” presenta más de lo mismo.

Sin embargo, la película tiene un as en la manga, y es que la presencia de Roberts es capaz de aportar luz a un proyecto anodino. Poco a poco se está especializando -que no encasillando- en este tipo de comedias, y aunque seguramente no aportan reconocimiento, sus salarios pagan las facturas a la espera de proyectos más estimulantes. No se puede decir lo mismo de Christensen, actor incapaz de modificar su registro bajo ninguna circunstancia. Lejos quedan aquellos tiempos en los que Star Wars le prometió situarle en lo más alto del panorama cinematográfico.

Petrie, un director con amplio bagaje en televisión y en cine, especialmente en comedias románticas (suyas son “Cómo perder a un chico en 10 días” o “Miss agente especial”), no es capaz de hacer algo diferente, de aportar una visión distinta o al menos de hacer valer su conocimiento del medio.

Si, es cierto que sabemos cómo empieza, cómo continúa y, sobre todo, como terminará, pero, al igual que las pizzas que se cocinan en la película, que las hay mejores o peores, pero hay que hacerlas muy mal para que no se puedan ver (y comer).