A Michael ay siempre le ha gustado eso de gastarse gran parte del presupuesto en explosiones, vehículos que saltan por los aires y decenas de heridos por el camino, y a estas alturas el director no va a cambiar. La película reúne todos los elementos que le han hecho famoso y los conjugue ara lograr el efecto deseado.

Más allá de tanta acción, “13 Horas: Los soldados secretos de Bengasi” está basada en un hecho real, algo que en Estados Unidos valoran mucho al poder presentar a sus soldados como héroes forzados en tierra hostil. Esta especie de Álamo que defender le permite presentar a ese equipo de élite defensivo como el último recurso al que agarrarse en Bengasi, lugar peligroso donde los haya, que resistió el ataque de las fuerzas rebeldes libias al mismo tiempo que intentaban salvan al embajador de turno de la muerte. Todo muy espectacular como suele ser habitual, pero bastante vacío desde el punto de vista de su contenido.

Porque si se buscaba una película que explorara a los personajes, se ha equivocado de título. La película funciona en la medida en la que el espectador entienda que se trata de un vehículo de entretenimiento, de acción y aunque de vez en cuando se esfuerce en presentar algunas escenas mostrando videollamadas a familiares para humanizar a los soldados, toda su intención en entrar en batalla. Siempre se muestra el lado más profesional de los soldados y es complicado empatizar con ellos. Por supuesto tampoco se hace con los enemigos libios, que se limitan a poner cara de enemigo y caer al suelo en el momento justo.

Queda claro que los efectos visuales funcionan, que la acción es entretenida y muy vistosa con ese equipo de unos pocos soldados defendiendo el fuerte, pero no hay una gran crítica social ni denuncia a las instituciones con esas bases alegales y secretas alrededor de cualquier país no democrático. Eso no es lo que Bay busca, sino puro espectáculo, y de esto la película va sobrada.