No empieza mal con aquello de que en la vida no existe lo correcto ni lo incorrecto. De trazar líneas entre lo más cercano a lo mejor o más alejado a lo peor o hablar sobre las personas que protegen su vida a toda costa y justifican quebrantar la ley para protegerla. Parece que “The Wire” ha dejado tanta huella en el género policial que se ha convertido en una referencia de tono. Salen Omar Little, Roland "Wee-Bey" Brice y el Senador R. Clayton ‘Clay’ Davis y comparte el lado sórdido dotando de protagonismo tanto a policías como traficantes. Con mucha burocracia y mentiras sobre el régimen policial. Pero eso es en apariencia. La realidad palpable de “Los amos de Brooklyn” es que Antoine Fuqua divaga entre “Crash”, con esas tres historias condenadas a ‘entenderse’, y su propia “Training day” para hablar de la corrupción.

Un policía corrupto con problemas económicos y que no quiere pasar por planificación familiar. Ay, qué malo es el moho y hacer tanto el amor. Un policía alcohólico que se va a jubilar en breve y se da cuenta de que nunca será un héroe y un policía que quiere dejar de estar infiltrado por sentirse utilizado y para conseguirlo tendrá que vender a una persona cercana… Son tres historias vistas y trilladas inicialmente y Fuqua podría haber desarrollado convenientemente cualquiera de ellas, pero decide mostrar las tres en su vertiente más superficial. No estamos ante una serie y mucho menos ante “The Wire”. Ni crítica, aunque salgan policías nazis y se muestre un sistema corrupto, pero sí tópica. Ni llamativa, con esos personajes que dudan al margen de la línea moral, pero sí recurrente: al final todas las placas van a una caja.