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Estados Unidos Estados Unidos · Raccoon City
Voto de Maldito Bastardo:
6
Comedia. Drama ¿Qué pasaría si 16 años después de la revolución rumana y la caída de Ceaucescu, el dueño de un canal local de televisión rumano ofreciera a dos invitados compartir sus momentos de gloria revolucionaria? Uno es un viejo retirado y eventual Santa Claus, el otro un profesor de historia que acaba de gastarse el sueldo en saldar sus deudas de bebida. (FILMAFFINITY)
27 de setiembre de 2009
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Robespierre antes de ser guillotinado exclamó: “¡He ordenado decenas de miles de ejecuciones y es la primera vez que tengo una erección!”
Bueno, probablemente no dijese eso exactamente… ¿pero estaba usted acaso allí?
Entonces, ¿cómo va a poder rebatirme si no sabe ni siquiera si Robespierre era impotente? ¿No lo era? ¿Cómo lo sabe? ¿Estaba usted allí, ese 28 de julio en la plaza de la revolución, para ver la vergüenza de alguien que tiene una erección en un momento histórico tan comprometido? Alguien, que suplicó ser el primero de la ronda para evitar tal martirio…

Lo peor que le puede pasar a un condenado a muerte y a la historia es ser contada por aquellos que la escriben. Los expertos dicen que el cerebro suele funcionar a veces rellenando huecos en la memoria. Eso es, simplemente, que el cerebro “inteligentemente” cuando recordamos un suceso o algo sobre nosotros mismos se encarga de otorgarle coherencia con “préstamos” e “invenciones” como acto de supervivencia: es más importante para nuestro cerebro contar algo consistente que verdadero. Eso significa que el cerebro de un historiador (y los plagiadores que fueron detrás de él) puede que cometieran errores garrafales de “relleno”. Simplemente pueden quemar todos los libros de historia. Yo ya lo he hecho.

El tema que trata “12:08 Al este de Bucarest” es aplicable a cualquier nación: si no nos ponemos de acuerdo en rememorar el pasado cómo nos pondremos en afrontar el presente y no hablo del futuro.
Aunque el filme de Corneliu Porumboiu se trate de un alargado sketch deja entrever ráfagas de cine a tener en cuenta: esa cámara fija, esos planos tan amateurs justificados por el propio guión, ese enfrentamiento televisado con multitud de llamadas que recuerda al peor programa de cotilleos y esas farolas que abren y cierran el filme, que se apagan y se enciende. Porque en el fondo así son las revoluciones.

A mí, desde luego Porumboiu, al contrario que Robespierre el día de su ejecución, no me ha causado la ansiada erección cinematográfica.
Maldito Bastardo
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