Jaume Collet-Serra tiene pulso para construir un artefacto de cera cuyos estímulos son una recta final competente y meramente visual. Detalles sobre detalles que se funden en una apoteosis que intenta buscar un hueco en un género finiquitado hace tiempo. Eleva la cámara mediante grúas, busca encuadres trabajados e intenta esculpir algo que sabe que está muerto. Un nulo, pésimo y disfuncional guión caracterizado por clichés y ropa pasada de moda destrozan la propuesta hasta niveles insospechados. Un slasher pasado por cera y Paris Hilton.

La historia de una franquicia pueblerina de Corporación Dermoestética y sus nuevos métodos de depilación brasileña podrían ser el reverso redneck de “A dos metros bajo tierra”. Tiene familia disfuncional, gritos enlatados, Marilyn Manson son máscara de cera y pepino, adolescentes chungos que beben cerveza con el dedo acusador, sustos que no asustan y el tedio como máximo común denominador. Mención especial para Paris Hilton que aparece en cinco secuencias para hacer una felación, ser objeto de una grabación amateur de índole sexual, enseñar la nueva colección de Women Secret y, al final después de tanto calentar, se la clavan.

Hace veinte años hubiera sido más inteligente y el molde para generaciones venideras. Su secuencia en el cine sería ejemplo de clímax del género, su villano coparía portadas de Fangoria y su heroína protagonizaría secuelas. Vista ahora “La casa de cera” queda como lo que Jaume Collet-Serra quiso modelar y acabó con las manos llenas de un líquido blanco y viscoso que pensaba que era cera (y cera le dieron) y finalmente salió del estómago y tragaderas de Paris Hilton.