Llega un momento en la vida de todo cinéfilo en el cual los gustos cambian. Puedes tratar de revivir aquellas películas que tanto te llenaron hace tiempo, pero sus revisionados no serán lo mismo, admitámoslo. Nunca llegarán al nivel que llegaste a sentir y que ahora guardas como tesoro bajo el mar. Algo por el estilo me comenzó a pasar recientemente con el género de los ya conocidos superhéroes.

¿Acaso es evitable? Seguramente sí, pero yo soy incapaz, al menos con este tipo de películas. Los planos me resultan artificiales, sin alma. La trama me es indiferente, navego a la par que ella pero ya conozco su destino. En definitiva, acabo por envidiar a los fans del héroe a los que incondicionalmente les encantará el filme, puesto que yo me limito a degustar algunos detalles, como la canción final que acompaña a los vistosos créditos.

Cuando fui a ver Aquaman, un muy querido amigo que me acompañó. A diferencia mía, él sí que era un verdadero fan del héroe. Yo, en la oscuridad de la sala, a veces me distraía mirándolo de reojo; y puedo decir con seguridad que la imagen de mi amigo con una sonrisa de oreja a oreja supera con creces toda mi opinión sobre la película. ¿Acaso el visionado de una película puede cerrarse tan sólo al contenido audiovisual? Creo que estarán a mi favor cuando digo que el recuerdo completo de una experiencia cinematográfica conlleva a veces este tipo de detalles. Y de ello, de la nota tan baja que se lleva la película por mi parte, y de la tan alta que se lleva en mi memoria mi amigo, resulta mi cinco.

Ojalá todos podamos disfrutar al máximo de las películas que vemos, pero para bien o para mal, existe el gusto.