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Voto de Archilupo:
8
Drama La historia relata gradualmente los problemas de una granja colectiva durante unos pocos días de otoño en los años de la Hungría post-comunista, observada desde la perspectiva de distintos personajes. (FILMAFFINITY)
3 de enero de 2010
56 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
En nuestra civilización el tiempo es oro. Paradigma de la acción: cerrar un negocio lucrativo mirando al reloj. Se deben alcanzar los objetivos por el camino rápido, atajando en línea recta. Así se asegura el provecho, lo rentable, la productividad.

Pues bien, dejando tal noción fuera de combate ya con el plano inicial, los ocho minutos dedicados a mostrar cómo unas vacas salen de la cuadra, Bela Tarr deja claro que no pretende un producto industrial.

Los personajes (los torpes campesinos y todos los demás, en especial el inflado doctor, que vive pegado a una garrafa de brandy de frutas) beben sin cesar destilados de alta graduación. Esa creciente embriaguez es la misma para lo temporal: no se escatima ni ahorra; se dispone del tiempo como de un continuo ilimitado, indivisible y eterno. Según un personaje, es en la Eternidad donde los actos cobran valor y deben justificarse, no en la temporalidad parcial y rasante del mundo humano.

Rige la película un Tiempo circular, en constante ramificación multidireccional. Las escenas vuelven, a través de otros ojos, entrecruzándose las perspectivas.
La narración se extiende seca, sin apoyo poético, a todo lo ancho sobre la llanura desolada, sus árboles pelados y sus barrizales, sus perros tiñosos y sus cristales rotos, hasta atrapar su triste espíritu, con procedimiento rigurosamente materialista, de fisicidad en ocasiones agobiante (respiración asmática, eructos y borborigmos, lluvia constante que cuela humedad por las rendijas, y se diría que también por los bordes de la pantalla), pero espíritu al fin, presente, con la consiguiente conmoción.
Asoma en la profundidad perpendicular de los planos: esas ventanas al fondo de una larga estancia oscura, esos edificios remotos que se alcanzan tras larga caminata, el espectador a la espalda, acompañando al personaje; esos primerísimos planos que pronto derivan en hondos retratos…

Desmantelado el régimen comunista, el paternalismo estatal da paso a una nueva forma de dominación por la misma casta de burócratas y allegados: turbios agentes del poder que en privado proclaman abiertamente un nietzscheano discurso sobre señores y siervos, aplicado en ingeniería social siniestra, tan desalmada que el punto satánico incluido en el título no obedece a exageración.

Se podría objetar que alguna de las doce secciones es irregular (sí, pero no excéntrica), y que alguna de las escenas se prolonga en exceso, pero es que el manejo de lo temporal es ya desde el principio puro exceso, prodigalidad dionisíaca, derroche orgiástico.
Puestos a tomarse todo el tiempo del mundo hasta la embriaguez total, ¡para qué reducir de siete a seis horas, aplicando criterios económicos a costa de romper casi seguro el ritmo despacioso del tango magiar!
Esa entrada del ahorro lo volvería aún más satánico.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Archilupo
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