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Voto de Archilupo:
8
3 de mayo de 2009
80 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antonioni construye a partir de la mentalidad burguesa, acomodada y ociosa, una estética de la incomunicación y la parsimonia, en profundidad.
En el grupo social coexisten las individualidades, pero aisladas entre sí. Los diálogos, triviales y punzantes, sirven para ocultar la personalidad más que para comunicarla. Se muestran acciones superficiales, y lo significativo late debajo, oculto. Es un mundo en el que nadie sale trabajando (incluso los sicilianos de a pie aparecen desocupados, quietos en la calle).
La escenificación de la primera parte es idónea: unas parejas adineradas llegan de crucero en un yate pequeño hasta las Eólicas, unas islas peladas y casi desiertas. Las conversaciones ligeras van definiendo a los personajes. Una de las parejas está en crisis (Anna y Sandro). Va con ellos la íntima amiga de Anna, Claudia (Monica Vitti).
En el ritmo premioso con que todo discurre no caben altisonancias ni aceleraciones. El conflicto entre Sandro y Anna no lo altera, tampoco cuando se agudiza y apunta a ruptura.
Ni cuando la intriga queda escuetamente planteada: excursionistas, islote, desaparición.
El silencio abunda. La música es el viento, el oleaje, un esporádico clarinete. La intriga se mantiene durante la búsqueda, las difusas pesquisas. La acción se desplaza a zonas urbanas. El hilo de la investigación se tensa y destensa, y al aflojarse deja sitio a la atracción dubitativa entre Claudia y Sandro.
La incertidumbre se dilata, aguanta los cambios de escenario, de hotel en hotel.
Así, el motivo inicial, el enigma de la desaparición, va quedando al margen, desplazado por los deseos y relaciones sentimentales que parecen brotar en medio de la conmoción.
Se rompe el código habitual de la intriga, que poco a poco se estanca en la indefinición. El vacío, la ligereza y lo superficial están también en la forma narrativa, que tiende a languidecer y desvanecerse, con una cadencia siempre tibia, hasta desembocar en un sustrato sólido, una apelación al eterno femenino como indulgente amparo del hombre extraviado.
La forma plástica, en cambio, es precisa, nítida, vigorosa. Todo cuanto no aflora en los parcos diálogos palpita en los encuadres, ricos, bella y pictóricamente compuestos, utilizando con elocuencia desolados paisajes y arquitecturas antiguas, barrocas, anacrónicas, reflejo de esplendores caducos.
Entre la riqueza de lo visual cuenta mucho la belleza debutante y expresiva de Monica Vitti, en cuyo rostro la cámara se recrea constantemente.
(8,5)
En el grupo social coexisten las individualidades, pero aisladas entre sí. Los diálogos, triviales y punzantes, sirven para ocultar la personalidad más que para comunicarla. Se muestran acciones superficiales, y lo significativo late debajo, oculto. Es un mundo en el que nadie sale trabajando (incluso los sicilianos de a pie aparecen desocupados, quietos en la calle).
La escenificación de la primera parte es idónea: unas parejas adineradas llegan de crucero en un yate pequeño hasta las Eólicas, unas islas peladas y casi desiertas. Las conversaciones ligeras van definiendo a los personajes. Una de las parejas está en crisis (Anna y Sandro). Va con ellos la íntima amiga de Anna, Claudia (Monica Vitti).
En el ritmo premioso con que todo discurre no caben altisonancias ni aceleraciones. El conflicto entre Sandro y Anna no lo altera, tampoco cuando se agudiza y apunta a ruptura.
Ni cuando la intriga queda escuetamente planteada: excursionistas, islote, desaparición.
El silencio abunda. La música es el viento, el oleaje, un esporádico clarinete. La intriga se mantiene durante la búsqueda, las difusas pesquisas. La acción se desplaza a zonas urbanas. El hilo de la investigación se tensa y destensa, y al aflojarse deja sitio a la atracción dubitativa entre Claudia y Sandro.
La incertidumbre se dilata, aguanta los cambios de escenario, de hotel en hotel.
Así, el motivo inicial, el enigma de la desaparición, va quedando al margen, desplazado por los deseos y relaciones sentimentales que parecen brotar en medio de la conmoción.
Se rompe el código habitual de la intriga, que poco a poco se estanca en la indefinición. El vacío, la ligereza y lo superficial están también en la forma narrativa, que tiende a languidecer y desvanecerse, con una cadencia siempre tibia, hasta desembocar en un sustrato sólido, una apelación al eterno femenino como indulgente amparo del hombre extraviado.
La forma plástica, en cambio, es precisa, nítida, vigorosa. Todo cuanto no aflora en los parcos diálogos palpita en los encuadres, ricos, bella y pictóricamente compuestos, utilizando con elocuencia desolados paisajes y arquitecturas antiguas, barrocas, anacrónicas, reflejo de esplendores caducos.
Entre la riqueza de lo visual cuenta mucho la belleza debutante y expresiva de Monica Vitti, en cuyo rostro la cámara se recrea constantemente.
(8,5)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Que la intriga quedase a falta de una resolución clara provocó indignación y bronca en Cannes, donde se consideró una especie de estafa.
Parte de la fuerza innovadora está en esa desactivación de la intriga corriente, cuyo impulso se canaliza hacia el retrato social. Pero cabría pensar que tampoco se abandona del todo, ni se convierte la desaparición en puro símbolo: cuando Sandro vuelca la tinta en un dibujo y casi pelea con el dibujante, está expresando su rabia oculta (por no ejercer su profesión de arquitecto como creador y moverse en el más rentable terreno de los presupuestos), pero también está revelando de golpe una inesperada faceta violenta y psicópata, que puede ser una pista retroactiva sobre la desaparición de su amante, Anna. Él fue el último en verla, en el islote, y ella acababa de comunicarle su decisión de abandonarlo.
Parte de la fuerza innovadora está en esa desactivación de la intriga corriente, cuyo impulso se canaliza hacia el retrato social. Pero cabría pensar que tampoco se abandona del todo, ni se convierte la desaparición en puro símbolo: cuando Sandro vuelca la tinta en un dibujo y casi pelea con el dibujante, está expresando su rabia oculta (por no ejercer su profesión de arquitecto como creador y moverse en el más rentable terreno de los presupuestos), pero también está revelando de golpe una inesperada faceta violenta y psicópata, que puede ser una pista retroactiva sobre la desaparición de su amante, Anna. Él fue el último en verla, en el islote, y ella acababa de comunicarle su decisión de abandonarlo.