Te adivina el pasado, el futuro y el presente.

Poco más o menos de eso va Doce monos: Todos sabemos más o menos lo pasado, observamos el presente y querríamos conocer, o al menos encauzar el futuro. ¿Qué pasa cuando alguien llega a un pasado desde el futuro mientras para todo el resto del mundo es el presente? Pues esto es, algo más concreto, el argumento de Doce monos.

La historia es interesante, y aunque quizá tocada ya muchas veces, digamos que el toque Gilliam hace de esta película algo por encima del resto. La catástrofe futura está asegurada, pero aquellos que habitan el futuro preferirían evitarlo. Todo es feo, frío, acongojante. No queda sitio para la luz, el color o la esperanza. Bruce Willis será el que intentará evitarlo. Otra cosa es que lo consiga. Pero ya os digo que se esforzará en esto.

Lo malo es que siempre hay factores que uno no puede controlar, ni dentro de su propia vida ni quizá, si existiese, en la línea temporal. Hay que tener en cuenta demasiados factores y probablemente en el futuro no sean capaces ni de sospechar muchos de ellos. O a lo peor si, y es todo parte del macabro truco.
Stowe hará de amiga extrañada dentro de una aventura que no llega a comprender, y Pitt tendrá que cumplir el papel de aquel que a todo lo que le rodea puede sacar algo para que forme parte de si mismo. Tres actores haciendo grandes sus papeles.

Y Gilliam, como maestro de ceremonias, llevando la película hasta un éxtasis casi perfecto, que culmina en un final de los que provocan desasosiego, con independencia a si te lo esperas o no. Es muy probable que cualquier otro final hubiese acabado matando toda la historia.

Mucho mejor así.