La transgresión con trasfondo, el runrún de la felicidad que martillea nuestra inconsciencia, el "carpe diem" nos invade, la búsqueda de esa felicidad que ni buscamos ni ansiamos se nos aparece. De una forma divertida, incómoda, irritante a veces, molesta en las etiquetas, vemos una profundidad en la temática, una impactante trama a la par que sencilla de unas vidas contrapuestas pero que intentan comprenderse a base de insistencia. La fórmula de los papeles contrapuestos unidos por la familia coge el mayor de los sentidos, la banalidad de ciertas actuaciones para unos es vida, para otros es perderla, hasta el punto de levantar remordimientos, aclarar las ideas y justificar lo contrapuesto. El guion juega con las paradojas de los antónimos en escenas largas pero con sentimiento. Las interpretaciones logran levantar las sospechas del más coherente. Siempre con el humor por bandera, Maren Ade inculca y siembra para que con el tiempo, con el metraje, florezca la idea o en su defecto crezca a mayor o menor escala.