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España España · Barcelona
Voto de Corsair:
5
Drama. Bélico Adolf Eichmann se convirtió en figura clave del holocausto nazi al ser el encargado de coordinar el transporte de los judíos a los campos de concentración. Al caer el régimen, este criminal de guerra huyó a Argentina donde llevó una vida normal en el anonimato, durante 15 años, hasta el momento de su detención. La película narra las confesiones finales que Eichmann realizó al Capitan Avner Less, durante el largo juicio al que fue ... [+]
15 de marzo de 2009
84 de 89 usuarios han encontrado esta crítica útil
El juicio a Eichmann a inicios de los 60 fue muy sonado. Capturado ilegalmente en Argentina donde vivía en el anonimato, fue trasladado a Israel donde se le sometió a un juicio polémico, sin garantías y parcial. Algo más seriamente habían funcionado las cosas con los juicios de Nuremberg 15 años antes. La película sin embargo no nos habla del juicio en sí mismo, sino de los prolegómenos del mismo, de la vida en prisión y de los interrogatorios llevados a cabo por un oficial israelí cuyo padre asesinado podía ser considerada una victima de Eichmann.

La interpretación de Eichmann parece convincente, sin duda lo mejor del filme, y la ambientación digamos de decorados es buena. Sin embargo, el guión es rematadamente flojo y la ambientación, más etérea, acerca del signo de los tiempos está muy pobremente reflejada: sea la del Israel de los 60 o, todavía peor, la de la situación durante la guerra. Lo peor del filme son los flashbacks a la época nazi, efectistas, que tratan de dar una aire de sofisticada y monstruosa perversión a la ejecutoria de Eichmann.

¿Qué hace que el caso de Eichmann sea interesante? Pues principalmente lo contrario que nos presenta este filme. Hannah Arendt, una periodista que cubrió el juicio para una revista estadounidense y que luego escribió un libro "Eichmann en Jerusalén: un estudio sobre la banalidad del mal" nos habla de otro Eichmann, ni sofisticado, ni monstruoso ni perverso. Arendt nos dice que el mal no necesita de patologías extremas; que son personas con psicología normal, preocupadas por hacer bien su trabajo, sus mejores agentes. La burocracia del exterminio no operaba con ritos satánicos a medianoche, sino con funcionarios eficientes que eran padres de familia que leían cuentos a sus hijos para acostarlos. Eichmann no se consideraba antisemita, lo que en el filme se evoca simplemente para caricaturizarlo, y puede parecer obscenamente contradictorio esconde hasta cierto punto una verdad. Eichmann incluso, tal y como Arendt sostiene, tenía conocimientos de cultura hebrea y mantenía ciertas reservas a la llamada solución final, no reflejadas en el filme, por las que pudiera haber preferido otras opciones a las del exterminio (como la deportación a Palestina o Madasgacar). Y sin embargo Eichmann colaboró, como el primero, con el exterminio; ese es el problema. Eichmann tenía bien interiorizada la condición de ser una pieza más del engranaje, lo que le evitaba preguntarse por qué hacia lo que hacía, el sentirse pieza le exculpaba de todo cuestionamiento. Ante sí sólo tenía problemas técnicos, de logística, que trataba de resolver de la mejor forma.

En fin, que poco de la normalidad subyacente bajo la que operaba la burocracia del exterminio se vislumbra en el filme. Y es ello lo que a mi juicio convierte este filme en un producto, otro más, acerca de lo demoníacos que eran los nazis, lo distintos que son de nosotros y lo mucho que hemos evolucionado desde entonces.
Corsair
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