Akira Kurosawa es para mí uno de los Directores de cine, con mayúsculas, más grandes que ha habido. Un Director de culto. Vi la película Ran cuando se estrenó, allá por 1985 y anoche la visioné de nuevo en TV dejándome el mismo sabor de boca que la primera vez. Ran es como entrar en una pinacoteca y salir preñado de color y de imágenes y de vestuario y de paisaje y de naturaleza.

Ran está inspirada en el drama se Shakespeare El rey Lear y narra la historia, en el Japón medieval, del poderosos señor Hidetora, quien decide abdicar y repartir sus dominios entre sus tres hijos. El menor no está de acuerdo y su padre lo deshereda y envía al exilio junto a su fiel criado. Muy pronto descubrirá que ha cometido un gran error, pues la ambición hará que sus hijos mayores se enfrenten por el poder en una cruenta guerra y lo desatiendan a él expulsándolo de sus castillos.

Las escenas de batalla son excepcionales, la fotografía es maravillosa, el vestuario y la ambientación excelsos y la música sublime, junto con la magistral dirección y una cámara atenta a todos los detalles de esta tragedia excelsa.

Y como mensaje, al decir de uno de los críticos: “Quien siembra vientos, recoge tempestades”, de manera que ésa es la vejez del viejo señor Hidetora, quien en el tiempo que gobernó sembró la muerte y el sufrimiento por su desmedida ambición. Todas sus posesiones están manchadas de sangre y ahora, viejo, ciego y abatido sufre las consecuencias de su malvada vida anterior. Ran es un retrato descarnado de la lucha por el poder y la ambición humana, con independencia de los lazos familiares o la amistad de otras épocas. Ran, en definitiva, es una enorme tragedia llevada por la sabia mano de Kurosawa en imágenes de museo y con una colosal puesta en escena de guerras, batallas, caballos, banderas multicolores; en fin, todo un maravillosos juego de colorido y drama al servicio del más puro cine grande.