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España España · Granada
Voto de Kikivall:
8
Comedia Allan Felix (Woody Allen) es un cinéfilo que sufre una extraña y recurrente alucinación: Humphrey Bogart le da consejos sobre cómo seducir a las mujeres. Dick y Linda (Roberts y Keaton), un matrimonio amigo suyo, le presentan a varias chicas, pero Allan tiene tan poca confianza en sí mismo que todas sus citas resultan un fracaso. (FILMAFFINITY)
3 de mayo de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de pasados los años, he vuelto a disfrutar de una película fresca y desternillante que cuenta la historia de Allan Felix, un hombre poco agraciado físicamente y con escasos recursos para la interacción social, o sea, una especie de entrañable perdedor, amante del cine y obsesionado con las películas en las que trabaja Humphrey Bogart.

El director Herbert Ross, es un director mediocre cuyo mayor éxito fue dirigir “Adiós, Mr. Chips” (1969), remake musical del film de Sam Wood de 1939. Ross fue el encargado de llevar al cine la obra teatral de Allen, “Play It Again, Sam”, en clarísima alusión a la película “Casablanca” de Michael Curtiz (1942). Pues bien, Ross se pone en imágenes con absoluta corrección el extraordinario texto de Allen, que parece filmarse solo. Esta obra de teatro figuró desde 1969 en las carteleras de Broadway durante 453 representaciones, con los mismos actores que la interpretan en el cine. La verdad es que resulta un tanto extraño que no fuera el mismo Allen quien dirigiera el film; aunque fue él quien le pidió a Ross que lo hiciera, según sus palabras, porque "aún no sabía dirigir".

El guión de Woody Allen está lleno de gags y de una sana nostalgia; el libreto está perfectamente escrito y así, la obra tiene una factura técnica más que solvente. El resultado no sólo tiene el interés de ser una obra de los inicios de Allen, sino también, por ser una obra personal que define los temas, la manera, la forma de escribir y la enorme altura de un cineasta que más adelante habría de demostrar con mayor calado la enorme variedad de registros que ya todos sabemos que posee. Este film, aunque no haya sido dirigido por Allen, significa un punto de inflexión en su obra, pues fue un primer esbozo del mundo del Allen que ya todos conocemos. A partir de esta cinta, dirigiría él mismo sus propios personajes, llegando a rodar una película por año hasta la fecha, como es bien sabido.

La música de Billy Goldenberg acompaña muy bien a la historia, música que bebe del jazz de Oscar Peterson y la ópera de Béle Bartok y su sinfonía para cuerdas número 5. Es muy buena la fotografía de Owen Roizman con sus tonos ocres, que realza escenas y momentos que parecen sacados de otra época, tal el caso de las películas antiguas a que se alude.

En el reparto tenemos al Woody Allen que conocemos sobradamente, en una interpretación magistral. Diane Keaton hace un papel maravilloso y lleno de matices, gran delicadeza, amén de su belleza y encanto. Magnífico el amigo Tony Roberts, hombre absorto en sus asuntos, aunque también humano. Y Jerry Lacy es un Bogart impecable.

Dicho esto, estamos en condiciones de decir que es una película donde el cine, además de ser una arte de culto para Allen-Allan, es también en su visionado un espectáculo que se confunde con la realidad, tema por cierto recurrente en la obra de Woody Allen. Esta película remite constantemente al mundo del cine, con evidentes homenajes a obras clásicas. Esto se observa, no sólo en los diálogos, o en el tramo último de la película, parodia del final de Casablanca; también se observa en detalles visuales, como cuando presenciamos que el apartamento de Allan está adornado con posters de películas antiguas como “Cayo Largo” (1948) o “La condesa descalza” (1954). De otro lado, algunos de sus ensueños son atinadas recreaciones de películas clásicas como “Ha nacido una estrella” (1954), perfectamente ajustada en la narración. O sea que Allen nos deja una evidente constancia de su amor por el cine.

El tema de esta película es, a mi modo de ver el siguiente. Todo el que ha ido al cine con algo de espíritu sensible, sabe y conoce la experiencia según la cual las películas disparan nuestra nostalgia provocando cierto grado de confusión entre lo que vemos en pantalla y la realidad. Cuando vemos cine nos embarga una insospechada melancolía y de hecho, añoramos las películas, pues en ellas, en unas más que en otras, proyectamos o depositamos partes de nosotros mismos mientras las vimos y mientras las asimilábamos; cada fotograma se queda con alguna porción de nosotros. Pues bien, el personaje de esta cinta es singular en este sentido, pues padece este fenómeno pero de una manera extrema; sueña y fantasea e incluso tiene delirios y alucinaciones siempre en relación al arquetipo Bogart de Casablanca.

Resumiendo, es una gran película que sigue joven a pesar del tiempo transcurrido, manteniendo el frescor y originalidad de cuando se hizo. Una obra en la que te puedes reír a gusto, pero que también te hace reflexionar en el buen sentido del término (recapacitar, madurar, etc.); película muy bien escrita, con un gran plantel de actores y una excelente factura técnica.
Kikivall
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