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España España · Granada
Voto de Kikivall:
7
Drama En Valldemossa, un pequeño pueblo del interior de Mallorca, Anna (Eva Martín) y Marina (Elia Galera), dos hermanas que fueron separadas en su adolescencia, se encuentran de nuevo para vender una panadería que han heredado de una misteriosa mujer a la que creen no conocer. Las hermanas son dos mujeres con vidas muy diferentes. Anna apenas ha salido de la isla y sigue casada con un hombre al que ya no ama. Marina viaja por el mundo ... [+]
14 de febrero de 2022
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cristina Campos es una guionista que, cansada de que sus textos nunca terminaran de salir adelante. Lejos de rendirse escribió la novela “Pan de limón con semillas de amapola”, que parece hecha para ser adaptada al cine.

Esta novela llegó a manos del cineasta andaluz Benito Zambrano (Lebrija, provincia de Sevilla, 20 de marzo de 1965), que adapta esta obra para su quinto largometraje. Un conmovedor y atractivo largometraje, que puede enorgullecerse de su esencia melodramática con sabor a clásico.

El aromático y apetitoso título de su nuevo filme sirve también de macguffin culinario para esta historia de secretos familiares. Estamos en Valldemossa, en el interior de Mallorca. Anna (Eva Martín) y Marina (Elia Galera), ambas hermanas que fueron separadas en su adolescencia, se encuentran de nuevo pues han heredado una panadería de una misteriosa mujer a la que creen no conocer.

Anna y Marina son dos mujeres muy distintas. Mientras la primera ha quedado anclada isla, casada con un hombre por el que ya no siente nada. Marina debe viajar desde África donde trabaja como médico para una ONG, con un novio más joven también solidario y guay. En tanto indagan sobre los misterios de la enigmática herencia, las hermanas deben hacer frente a conflictos familiares antiguos, a la vez que intentan recuperar los años perdidos.

Con esta trama, Zambrano hace de la cinta un drama en toda regla, con su colmo de amargura que provoca en algún espectador una subida de sufrimiento a la cual nuestro director es tendente. Zambrano ha cumplido en el encargo, dando con el estilo y el tono límpido que se le pedía. Está clara la pretensión del filme de cargar emotivamente al espectador, en una historia donde todo es intenso y sentimental.

Cuando Zambrano enfoca su cámara a las vistas de la isla (aprovechando la buena la fotografía de Marc Gómez del Moral), cuando la pantalla se convierte en una postal, entonces, la belleza del paisaje balear hace que se descargue un poco la sentimentalidad del drama personal y el misterio que lo envuelve. Un descanso para la vista que provoca alivio en el espectador sensible que, por unos momentos, puede respirar y encontrar algo de paz a la tensión emotiva.

Zambrano hace además una puesta en escena combinando capítulos solemnes, como la defensa de la libertad individual, la unidad ante cualquier desafío doméstico o de la vida en general, y la necesidad de escuchar al corazón, con cuanto esto conlleva.

En cuanto al reparto está bastante bien, con actrices y actores de calidad. Elia Galera hermosa, elegante, rebosante de clase, y Eva Martín dulce y bonita (en los papeles principales de ambas hermanas). Muy bien los personajes secundarios, las veteranas Marilú Marini y Claudia Faci aportando pulso y detalles; y en sintonía la joven Mariona Pagés, Tommy Schlesser o Pere Arquillué, entre otros.

Hecha con conocimiento y oficio, la narración avanza hasta tomar por sorpresa al espectador, que puede soltar su lágrima o experimentar un legítimo sentimiento de aflicción por tanto penar como vamos viendo en la pantalla.

También, Zambrano, intercala otros mensajes ciertamente emotivos, que siembra, sin lesionar la narración: como el capítulo de la adopción, la maternidad, la pobreza en África… el público puede llorar cuanto le plazca, lo cual es buena señal, pues ir al cine y no sentir nada es siempre peor, es señal de que la peli no conmueve.
Kikivall
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