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España España · Granada
Voto de Kikivall:
7
Drama Centro Habana, el corazón de La Habana de hoy. Miguel sueña con huir a Nueva York, a la espera de un visado que no llega. Diego sueña con vivir. Postrado por el SIDA, libera toda su energía desde el camastro del solar en que vive. Una galería de sugestivos personajes rodea a la pareja de amigos. Cuando por sorpresa llega el visado, el destino colocará a todos ante una inusitada decisión. (FILMAFFINITY)
11 de abril de 2018
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Película que nos introduce abruptamente en el mismo corazón habanero, en una realidad tremenda, con un discurso en que la decadencia de las edificaciones se mezcla con la terrible realidad de unos seres condenados a la espera uno y a la muerte el otro. Este panorama sólo lo salva la amistad y la solidaridad de los personajes, individuos que carecen el uno de salud y el otro de ilusiones.
Fernando Pérez Valdés es uno de los mejores cineastas cubanos, que anda en el oficio desde que en 1975 debutara como documentalista. Valdés ha logrado dar a luz con esta vital y palpitante cinta, una historia sobre la amistad que esconde entre la diversidad de imágenes (oscuras, coloridas, sociales o desesperanzadas), muchas incógnitas narrativas. Todo ello, sorteando seguramente las dificultades de la censura local.
El guion del propio Fernando Pérez junto a Abel Rodríguez es un libreto sólido y bien escrito, que habla tanto del afán de huida como del abandono. El significado de estos términos, huida y abandono es el nexo que une a los dos personajes principales.
Tiene la película una variada música que alterna lo clásico (p.e. Händel o Beethoven), con música actual de Pablo Milanés y otras canciones populares, la mayoría adecuadas y además, diversas. Excelente la fotografía de Raúl Pérez Urea que capta imágenes reales de una ciudad plagada de infinitas pequeñas historias. Y exteriores y puesta en escena buenas, con el sabor ocre muy a tono de los lugares escogidos.
El reparto es excelente, sobre todo en lo que a las dos figuras principales. Jorge Martínez muy bien en su papel vitalista, y muy bueno Patricio Wood, conteniendo su personaje en el punto exacto; interpretaciones naturales y cargadas de chispa. Es una revelación y está igualmente excelente y conmovedora la joven de 15 años Gabriela Ramos que destaca como actriz de reparto y que lo hace todo bien, incluso cuando canta.
Hay dos ideas que mi libre asociación me ha traído con relación a esta obra de Pérez. La primera es que los personajes tienen palmarias equivalencias con otra película cubana que vi hace añares, y de la que incluso podría interpretarse ésta como una especie de continuación. Me refiero a Fresa y chocolate, la famosa película de Juan Carlos Tabío y Tomás Gutiérrez Alea, de 1993, en la que se cuenta la amistad entre un convencido comunista y un artista homosexual (en 1994 nominada al Oscar y Premio Goya a la mejor película extranjera de habla hispana). La segunda idea me ha venido a propósito de esa espera-desesperante e incluso absurda de Miguel, con relación a la llegada del visado para entrar en Norteamérica, visado que nunca viene. Esto me ha recordado a dos grandes de la Literatura universal. Por un lado a
ese gran austriaco y Premio Nobel de Literatura que fue Samuel Beckett (1906-1989), un dramaturgo minimalista de quien en su día vi una obra que me entusiasmó, pese a ser un drama en el que no ocurre nada: “Esperando a Godot”. La segunda obra literaria es de otro Nobel, una conocida novela (corta) de Gabriel García Márquez (1927-2014) de título: “El coronel no tiene quien le escriba” (el autor colombiano llegó a considerarla su mejor novela), que viene a contar igualmente cómo, durante 15 años, el coronel (protagonista) espera una pensión dineraria de militar que nunca llega.
Una película que deja ver a través de las rendijas aún tenues de libertad, que hace resonar el “tam-tam” del humor enarbolando el buen gusto y un cierto lirismo en la médula de la más precisa cotidianeidad. Film hecho, pues, con inteligencia.
La película, en fin, es sobrada para hacer reflexiones. Apunto algunas a modo de reflexiones finales. De una parte creo en la certeza de que las personas tenemos la ineludible necesidad e incluso la obligación de agarrar la vida por los cuernos, ser valientes e ir tras las metas que cada cual tenga, ir en pos de nuestros anhelos. Algo que nadie ni nada nos debe impedir. También he recordado esa figura literaria que en la en la literatura medieval se denominaba ubi sunt, que resalta la fugacidad de la vida, la intrascendencia de las cosas de este mundo, o el poder igualitario de la muerte. Como también, pienso, hay que tener presente el tópico “carpe diem”, que nos previene de que si no vivimos algunas ocasiones únicas que se nos presentan, luego ya no podremos recuperar el momento perdido.
Kikivall
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