Entiendo las críticas pésimas.
Se trata de una película muy personal, un alocado ejercicio de ficción y realidad en el que la magia del gran cine va jugando con nosotros y por momentos nos sumerge sin darnos cuenta en el profundo, romántico, hermoso y surrealista mundo del más melancólico Don Quijote.
Puede parecer una película comercial, pero no lo es. Es el resultado de una obsesión: la de un loco maravilloso (inconmensurable Jonathan Pryce como el mejor Don Quijote de la historia del cine) y si visión romántica de la vida pero también la de Terry Gilliam, un director de cine que al final de su carrera se permite el lujo de, en este su testamento cinematográfico, sumergirse él mismo en ese mundo onírico y surrealista de la mente del famoso caballero andante a través de su alter ego, un fantástico Adan Driver que no puede evitar (igual que el Sancho verdadero de la novela) seguir y proteger en la sombra a ese ser tan especial que le fascina enseguida cuando se da cuenta de sus grandes valores, su honestidad e idealismo.
Se nota que Gilliam está enamorado del relato de Cervantes y su personaje. Y eso se ve en esta película en la gran delicadeza con la que están dirigidos los dos protagonistas.
Todo esta rodado en unas localizaciones espectaculares y con un buen ritmo de cuento enloquecido. El único pero que podría poner es lo desigual del guión, haciendo confusos algunos momentos del relato. Pero si, con un poco de paciencia a veces, te dejas llevar por lo tragi-cómico de esta alucinante aventura, llegarás al final de la película con una tonta sonrisa amarga en la cara y una sensación agridulce, pero deliciosa.