Los señoritos de la nouvelle vague, sobre todo Truffaut y Godard, la emprendieron contra Delannoy, tachando su cine de viejo y académico. No tuvieron en cuenta: 1: que hay que dejar a la gente en paz, porque hay sitio para todos; 2. Que Delannoy conocía el lenguaje de cine como pocos. Por lo demás, vivió Delannoy 100 años, tranquilo y activo hasta muy anciano.
Prueba del arte de este maestro es esta película, rodada de manera espléndida, con una ambientación magistral y un Jean Gabin que con solo aparecer ya compensa verle. La trama, muy de Simenon, es decir, nada superficial, centrada en profundos temas psicológicos, se sigue hasta el final, gracias a unos sorprendentes giros de guión.
Muy bien también Annie Girardot.
Se habla mucho de directores injustamente olvidados. De Delannoy ni siquiera se habla. Sin embargo, tiene un lugar importante en la historia del cine francés.